sábado, 16 de julio de 2016

CINE COLOMBIANO / El cine y los medios de comunicación masivos




EL CINE Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN MASIVOS

Autor: NELSON RENDÓN GARRO
marioelerrante@gmail.com

La noticia está enfocada al efecto, a lo que sucede en un instante dado. El hombre que fue asesinado en una calle de Soacha a las dos de la mañana respondía al nombre de Gonzalo Medina. Ya la policía está investigando los móviles de este crimen. A veces se describe la brutalidad de los homicidas o se muestra el vídeo de una cámara de vigilancia. El efecto produce en el televidente una alteración momentánea; se impresiona por la atrocidad del crimen, pero, con el paso de los minutos, se va olvidando para prestarle atención a la noticia siguiente. La investigación policial se reduce a la causa, al porqué de este crimen; lo mataron por robarle el celular o por un lío de faldas. Lo anterior basta para dictar sentencia en caso de que exista algún acusado.
Los noticieros presentan el día a día; ellos no tienen tiempo de profundizar en un hecho para darle una explicación. Existen programas especializados, como Séptimo día o El Rastro que se centran en un hecho y buscan sus causas y sus actores, pero este es un formato de la televisión que está más cercano al reportaje y al periodismo investigativo que al cine. En Perro come perro, del director Carlos Moreno, el efecto principal es la picada del mellizo con la motosierra. Dramáticamente, este hecho es construido desde el agresor; se le lleva hasta ese momento, en el que debe demostrar su inocencia. Pero, desde el punto de vista de la víctima, se falla en la dramaturgia; los mellizos también son bandidos, lo que no crea en el espectador una conmoción mayor; se está matando entre los mismos narcotraficantes, gente que no vale nada.
Un reportaje sobre el asesinato de Soacha podría analizar  la criminalidad. Con cámara al hombro se entrevista a dolientes de las víctimas y a habitantes del sector, y también se presentan estadísticas de la policía. El reportaje informa y conmueve de una manera general a los espectadores. Pero el reportaje no es el cine, aunque sí puede hacer parte de este como recurso narrativo; en La estrategia del caracol, del director Sergio Cabrera, es el reportaje el que encadena la narración de los hechos en la casa que es trasladada a otro sector.
La dramaturgia penetra en lo específico; particulariza unos personajes y unas acciones y traza un camino para llegar al efecto; esto es, monta un drama en torno a una acción culminante. El guionista que va a contar la historia de Gonzalo Medina se devuelve desde la acción (la muerte violenta) para averiguar, no solamente las causas de esta muerte, sino la vida del personaje y la de los que lo mataron. De esta manera penetra en lo íntimo de la historia. El espectador se identifica con la historia y se conmueve por largo tiempo; eso que le sucedió a otro, le habría podido suceder a él. Penetrar en la historia es acercase a lo humano, a las emociones. Gonzalo Medina es el padre de una bella niña que está en el preescolar; este dato establece en la historia una pérdida; el hombre que muere asesinado se convierte en dolor para la pequeña Lina que deberá crecer sin un padre. El guionista podría construir su  relato desde el amor de un padre por una hija para que la muerte no se reduzca a un disparo a alguien desconocido. El espectador quiere conocer a quién le sucede qué, cuándo, dónde y por qué, y estas son las preguntas que debería responder todo guion antes de llegar a la puesta en escena.
Es importante diferenciar la noticia y el reportaje de lo que es la historia cinematográfica. Muchos no lo hacen y se dejan llevar por el efecto, lo que se puede ver en películas llamadas de acción. Se traza un hilo conductor, se coloca a un héroe que va a resolver la trama y el resto consiste en llenar una franja de tiempo para tener un largometraje repleto de peripecias, pero no de drama. Volviendo a Perro como perro; supóngase que existe un mellizo bueno y uno malo, que los narcotraficantes se confunden y hacen picar al bueno. Aquí se estaría creando una dramaturgia que va a penetrar en el espectador para permanecer por largo tiempo; lo que esos tipos cometieron fue una injusticia. El crimen se convierte en un hecho atroz que es necesario repudiar. El espectador se pone de parte del mellizo, pero como está contada la historia, el espectador es un testigo neutro, que solamente ve cómo se matan los narcotraficantes, gente ajena a él, que no lo es, que es bueno. Si existiera un mellizo bueno y un malo, la gente tomaría partido por uno de los dos. El efecto también podría ser mayor si la mujer y la niña del agresor hubieran estado presentes en la picada del mellizo, pero esta subtrama, que es la principal porque penetra en la vida del protagonista, no es desarrollada de una manera visual durante toda la historia.

La influencia de los medios de comunicación ha estado creando en las historias colombianas un cine vacío, que repite los mismos clichés de la violencia colombiana, pero que no va más allá de conmover porque a esa pelada se la llevaron para la guerrilla y por allá quedó embarazada. La historia conmueve, no por su sustancia, sino por la forma en que es contada, por la dramaturgia que encadena las acciones. La tragedia y la comedia son los dos géneros principales de las narraciones, pero estos funcionan si están enfocados a matar al espectador con un hecho violento o a hacerlo morir de la risa. El espectador que entra en una sala de cine no puede salir sin despeinarse; él tiene que sentir la historia que se le muestra, la tiene que interiorizar. Si la forma de la historia no conmueve al espectador ha sido un fracaso y la película estará destinada a durar unos cuantos días en cartelera y en la mente de los espectadores.

jueves, 28 de abril de 2016

LA TIERRA Y LA SOMBRA El vivo retrato de la historia




LA TIERRA Y LA SOMBRA
El vivo retrato de la historia

Autor: NELSON RENDÓN GARRO
marioelerrante@gmail.com
        
El cine, a través de la historia, se ha estado nutriendo de múltiples recursos narrativos, desde la cámara fija de los hermanos Lumiere hasta la liberación de la posición corporal para que el espectador no se sitúe en la mirada humana, sino que tenga infinitos ángulos de visión. La cámara, como mirada de alguien, desaparece y la imagen se hace total porque rompe, también, con un encuadre limitante; ya se pueden lograr imágenes de 360 grados. El cine se vale de recursos digitales para crear efectos especiales, los que posibilitan saltar las barreras de la realidad para filmarlo todo, desde ciudades que son destruidas con un clic hasta monstruos mitológicos que cobran vida en la pantalla. Ya la historia, con su introducción, desarrollo y desenlace, poco importa; ahora el interés se centra en la propuesta visual para cautivar al público cineasta con imágenes increíbles por lo fantásticas.
Pero es refrescante que a veces el cine regrese a sus orígenes para trazar una estética de lo elemental  y lo íntimo, tanto en la forma como en la historia. La tierra y la sombra (2015, dir. César Augusto Acevedo), es este viaje al pasado para desempolvar la cámara de los hermanos Lumiere y presentar el álbum vivo de una familia, cuyos integrantes entran y salen del cuadro, como en los inicios del cine. Las puertas y ventanas permanecen cerradas porque existe un entorno hostil afuera. La quema de la caña de azúcar ensucia el interior, no únicamente de la casa, sino que, además, estrecha la vida de los personajes. La ceniza que todo lo cubre simboliza la existencia de seres que padecen su propia historia, la del esposo que se fue y ahora regresa para reconstruir los vidrios rotos del espejo de un tiempo perdido, lejos del hogar. Alfonso encuentra a su hijo enfermo de los pulmones y a Alicia, su esposa, trabajando en las plantaciones con Esperanza, la nuera. Al final, todos se van, menos Alicia; por siempre, ella permanecerá en la casa como un símbolo de resistencia ante los cañaduzales que la acosan para desaparecerla en la verde inmensidad.
La tierra y la sombra no se limita a una cámara fija; dentro de este encuadre aparecen los rastros de la pintura universal, principalmente de la luz natural que tanto recuerda a Johannes Vermeer, y las manos de Miguel Ángel, en la Sixtina, o el paisaje bucólico de los cañaduzales, cuadro que se repite con el árbol y la banca para sentarse, único lugar del afuera (el patio en tierra) que aún no es ajeno o que no ha sido invadido por la caña de azúcar. En Sueños (1990, dir. Akira Kurosawa), se penetra en una pintura de Vincent Van Gogh y el estatismo de los colores cobra vida; el movimiento del pintor en su oficio, el viento y el volar de los cuervos. Esto lleva, también, a pensar en las Meninas, de Velásquez. La ventana abierta proyecta luz para hacer visible el interior, lo mismo que el pequeño zaguán que muestra un afuera lleno de sol. El cine, que no es más que una ilusión óptica, se alimenta de todas las artes y, como arte visual, toma de la pintura lo que necesita para dibujar el retrato vivo de las acciones, que son la historia, pero estas requieren, para convertirse en arte, del ropaje de una forma compuesta por un encuadre impecable, una luz predominantemente natural y unos actores tímidos en sus acciones ante la cámara.
El entorno de esta historia se podría dividir en dos: por un lado está la casa con la historia íntima de una familia resquebrajada por el pasado y la enfermedad, y por el otro se halla la caña de azúcar que inunda el paisaje con su verde monótono y los conflictos sociales asociados al trabajo de los cortadores de caña, pero el acierto de esta película está en que no se deja arrastrar por el afuera histórico del cine latinoamericano de los sesenta y setenta, para convertir la historia en una protesta social, sino que permanece adentro, en la intimidad de los personajes, aunque el afuera sí influye en estos de una manera determinante, ya que representa la subsistencia diaria. La tierra y la sombra supera, así, una época en la que era más importante la protesta social que la misma historia y el perfeccionamiento de la forma visual y sonora.
Las panorámicas de la caña de azúcar aíslan la casa campesina, a la vez que encierran a los personajes. El sonido ambiente aporta desde un principio, con el carro enorme que transporta la caña y baña de polvo y ruido al esposo que regresa. El ruido que produce la caña de azúcar en llamas apabulla a los personajes, los envuelve perdiéndolos en una inmensidad de ceniza y fuego amenazante. La ausencia de música resalta la importancia del sonido ambiente porque este entra a significar con la imagen; ambos se juntan para crear la atmósfera hostil que vive la familia en ese entorno de cañaduzales, donde sucede el arduo trabajo de los cortadores de caña.
La caña de azúcar es un cultivo extensivo, que lo invade todo, y, desde este punto de vista, La tierra y la sombra, prefigura un futuro, el de la agroindustria, que tanto ha afectado la vida de los nativos africanos. Muy pronto a los campesinos de Colombia también les tocará aguantar hambre sentados al lado de los grandes cultivos que no les pertenecen. Sus mismas viviendas se verán asfixiadas y arrasadas por los tractores y la ambición de los indiferentes terratenientes. Esta película, que ganó cuatro premios en Cannes, entre estos, La Cámara de Oro, estará vigente por mucho tiempo y será un referente vivo de una realidad campesina acosada, irónicamente, por la agricultura que no podrán consumir. Los campesinos, entonces, añorarán las huertas caseras, esas que se acabaron porque era más importante el dinero que la comida. En un futuro, no muy lejano, los cultivos serán más codiciados que el oro mismo, cuando la humanidad necesite alimentarse y los productos del campo escaseen. Pero la gente de los países ricos no se desplazará en busca de alimento; lo producirán en la tierra de los países pobres para importarlo. La agroindustria es una de las razones para que se estén dando las grandes migraciones de africanos; ellos, al no tener alimento, les toca buscar la entrada a los países europeos en unas barcazas que a diario naufragan en los mares. Estas mismas migraciones se han estado produciendo en Colombia; el desplazamiento de los campesinos hacia las grandes ciudades, no es tanto por el conflicto armado, sino porque los terratenientes aprovecharon este para apropiarse de las mejores tierras.
El cine es uno, la película que se logra, pero en su composición es múltiple. Lo que está dentro de la imagen son unos personajes encarnados por actores de carne y hueso. La deuda grande del cine colombiano está en la formación de actores y en su posterior dirección en la puesta en escena. El trabajo con actores naturales es más complejo que cuando se escogen actores profesionales. Se debe seguir luchando contra la rigidez de los actores cuando no encuentran una expresión dentro del plano. Es necesario lograr que los actores se suelten y lleguen a la riqueza expresiva, según la situación que estén viviendo en una secuencia. Si se mezclan actores naturales con actores profesionales, hay que evitar el contraste de una actuación diferenciada que cojea de la parte más débil (el actor natural). Es necesario que el actor natural este a la altura del actor profesional y que los dos, igualmente, logren una expresión coherente con la situación. El otro faltante del cine nuestro tiene que ver con la narración de imágenes; así como existe una dramaturgia de la historia, también hay que avanzar en una dramaturgia de la imagen, en la trama visual que va a hilar la historia porque la palabra pertenece más a la literatura que al cine. El hilo conductor de las imágenes es el que va a permanecer en la memoria de los espectadores, incluso por encima del hilo conductor de la historia. La tierra y la sombra supera está segunda carencia al valerse de los recursos expresivos de la pintura, lo que desvía la atención del espectador más intelectual. La fotografía impresiona de entrada por su magnitud panorámica y por la composición poética y pictórica de los planos. La luz natural, con su penumbra y resplandor, marca, de una manera visual, los dos territorios, el de la casa y el de la caña de azúcar. No se ve aquí el afán del cine comercial; esos planos brutales y rápidos que pegan contra la mirada del espectador para no permitirle espabilar. Los planos de La tierra y la sombra conservan la duración de la lentitud de la historia y permanecen más allá de la acción física para permitirle al espectador la contemplación del personaje, lo que rara vez se tiene en cuenta en el cine comercial, pero que sí es propio del cine de autor. El cine comercial se pregunta qué quiere ver el público; cuál es su sicología frente a la pantalla; de qué manera se le puede manipular para sostener el negocio de los taquillazos millonarios. El cine como arte penetra en la historia para encontrar una forma de contarla y se vale de los recursos expresivos acumulados en sus ya largos cien años. En esta película, se suman varias características de la pintura universal, las cuales embellecen la imagen y obliga al espectador a ir más allá para reconocerlas en el movimiento dentro del cuadro.

La tierra y la sombra es, sin duda, una de las mejores y más bellas películas del cine colombiano. Atrae al público por su perfección en la composición y encuadre de la imagen, y por la sencillez de una historia familiar que establece un diálogo íntimo con el espectador. Verla detenidamente es acercarse a un director (César Augusto Acevedo) que ha iniciado con pie derecho el apasionante y riguroso oficio del cine. La perfección nunca se logra, pero es un punto lejano hacia el que camina todo artista.

lunes, 25 de enero de 2016

La tierra y la sombra, y El abrazo de la serpiente CALIDAD VS MARKETING



EL CINE COLOMBIANO

CALIDAD VS MARKETING


Autor: NELSON RENDÓN GARRO



La tierra y la sombra ganó cuatro premios en el Festival de Cannes (2015) y su director César Acevedo espera que mucha gente asista a las salas para ver su película. El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra, ganó un premio en el mismo festival y su película también está nominada para los premios Òscar de la Academia. La película de Ciro Guerra ha sido vista por más espectadores, pues este director ya conquistó un público; uno puede decir: voy a ver una película de Ciro Guerra porque me encuentro con una producción única, que obedece a una estética singular. La sombra del caminante, película que logró múltiples premios en todo el mundo, fue la puerta que le abrió un camino a Ciro. Decir Ciro Guerra es acercarse a un cine de autor, el tipo de películas que no son para un público masivo, sino para aquellos que les gusta el buen cine. César Acevedo también ha empezado, de una manera acertada, a crear un público para su cine. Es un director joven y seguramente vendrán más películas con su sello. Lo fundamental es que siga ese camino de rigurosidad con el que hizo La tierra y la sombra, que tenga la paciencia y el suficiente tiempo para pensar una próxima película que supere o que esté a la altura de la anterior.

La Tierra y la sombra cobra importancia en los actuales momentos, cuando se está hablando de la agroindustria. La caña de azúcar es uno de los cultivos extensivos que se ha sostenido a través del tiempo en el Valle del Cauca. Con la concentración de la tierra en manos de unos cuantos empresarios, gracias al conflicto armado, los campesinos verán crecer los cultivos al pie de su casa, pero les estará prohibido coger un fruto, como les sucedió a Adán y Eva en el relato bíblico. Otro aspecto que se destaca en La tierra y la sombra es el tratamiento de un tema íntimo, encarnado por unos personajes del campo. En esta época la intimidad no existe; las redes sociales, las cámaras de vigilancia y los medios de comunicación obligan a que todo el mundo aparezca desnudo ante las pantallas. Tal vez fue esto último lo que cautivo a los jurados en Cannes, encontrarse con una película elemental que remite a los sentimientos más profundos de la condición humana. Un tercer aspecto tiene que ver con el cine que se hace hoy; son grandes producciones que se apoyan en la tecnología digital para crear sus fantasías. El cine ya no solamente es digital, en su registro, sino en la construcción de realidades en pantallas de computadoras, en las que son destruidas ciudades enteras con terremotos devastadores. La tierra y la sombra es el regreso al cine realista, que, prescindiendo de los efectos especiales, se centra en una historia bien contada y técnicamente filmada con los instrumentos elementales del cine (las luces, una cámara y un micrófono).

El público del cine es diverso; va desde las pequeñas minorías deslumbradas por el cine clásico de Fellini y Bergman hasta los públicos masivos que llenan los multiplex en la premier de películas como Rápido y furioso y las producciones de superhéroes (Batman y Superman). En Colombia, el cine de Dago García ya tiene un público asegurado; es la gente que ve Sábados Felices cada fin de semana; aquellos que se inscriben dentro de la idiosincrasia del país, que apoyan a la Selección Colombia y aman a su patria. El espectador se identifica con ese borracho que hace piruetas en la pantalla y asiste al cine porque allí se va a encontrar con él para reírse de sus defectos. En teatro, un ejemplo es el Águila Descalza; abandonaron el teatro del absurdo para montar obras que atrajeran al gran público. Se valieron de la idiosincrasia del paisa, lo avispado que es para los negocios, y la gente llena la sala en cada función. El Atlético Nacional creó la estrategia de niños gratis al estadio y ahora los hinchas no caben en las tribunas.

Las producciones en Colombia son diversas; pueden atraer a públicos masivos o a minorías que quieren deleitarse con El abrazo de la Serpiente o con La tierra y la sombra. No se debería calificar una película de buena o mala, tomando como referencia el número de espectadores que asiste a verla, máxime cuando en este país el cine colombiano apenas llega a unas cuantas ciudades (Bogotá, Barranquilla, Cali y Medellín). Que una película sea buena depende de muchos factores que van desde el guion hasta la edición, y esto hay que tenerlo presente a la hora de pretender que la gente vea cine nacional. Colombia ya está logrando un número alto de películas cada año, pero le hace falta calidad universal y formar un público que esté pendiente de los estrenos en las salas.

Es una falacia que el cine colombiano intente competir con el cine comercial; este posee millones de dólares para rodar y promocionar las películas. Cuando uno ve una película taquillera descubre que, bajo el ropaje de los efectos digitales, se esconde la misma trama trillada de siempre. Estas películas se destacan por lo asombroso de sus efectos especiales, por las imágenes sin límites, en las que todo es posible. El cine colombiano debe conquistar su propio público con unas historias bien contadas; las tramas tienen que ser fuertes y dramáticamente bien elaboradas. Que la actuación sea rica en detalles es fundamental para contar una historia que cautive por el dramatismo, y no se trata de llorar a moco vaciado, sino de saber exteriorizar en acciones y gestos las emociones del personaje.

El problema del cine nacional fue que se vio lleno de dinero de un momento a otro; el cine hay que construirlo de una manera rigurosa, abriendo escuelas para enseñar desde el germen de un guion hasta el marketing, pasando por la actuación, el rodaje y la edición. Abunda el dinero, pero no hay tramas ni actores bien preparados; entonces la mayoría de las producciones que salen al mercado son débiles, no cautivan. Al año se producen muchas películas, pero una o dos son las que sobresalen por su calidad. Otro factor para tener en cuenta es la publicidad de las películas; es tan importante tener dinero para rodar, como conseguirlo para promocionar la película. Un empresario colombiano afirmaba que si él tenía cien mil pesos para montar una empresa, invertía veinte mil en  maquinaria y materia prima, y ochenta mil en publicidad.

La creación de un público requiere de paciencia y estrategias. Colombia nunca ha tenido un cine permanente; por décadas aparecía una que otra película y, esto, sumado a una crítica que siempre desnudó lo malo del cine nacional, no ha permitido que la gente se enamore, que sienta una pasión por lo propio. Las pantallas del cine latinoamericano se mantienen invadidas por producciones norteamericanas que mueven millones de dólares. Es necesario abrirse al mundo, que las películas no se queden guardadas para irlas exhibiendo en uno que otro festival o pendientes de una mendicidad comercial para que los exhibidores se conmuevan y les destinen un espacio en las pantallas de los multiplex. El cine colombiano, por su calidad técnica y creativa, tiene que atraer a los grandes exhibidores nacionales e internacionales. Está claro que con la actual taquilla local no se logra recuperar la inversión hecha en una película.

Ahora bien, la promoción del cine colombiano no se puede reducir a las salas de los multiplex; se hace necesario llevar las películas a las empresas y los colegios para que los jóvenes las tengan al alcance de la mano. El internet y la televisión son los mejores medios masivos para promocionar una película. Debería existir una maleta del cine colombiano cada año, financiada por el Ministerio de Cultura, y que esta llegue a todos los municipios de Colombia. Dicha maleta seleccionaría las mejores películas teniendo como parámetros su calidad y los logros en festivales nacionales e internacionales. También hay que promover un canal sobre cine latinoamericano que haga parte de la programación básica de los operadores de cable. Crear el gran festival del cine colombiano valiéndose, no solo de las salas de cine, sino de los canales de televisión y las casas de la cultura de los municipios, y esto ya se está haciendo con la Semana del cine colombiano, pero falta extenderla a toda la geografía nacional. En cada universidad se podría institucionalizar un cine club exclusivo para mostrar cine colombiano. Por el momento, lo importante no es la taquilla, sino colocar el cine nuestro al alcance de los colombianos. Lo que no se muestra, no se vende. Ya Colombia produce un número considerable de estrenos al año, pero hace falta implementar unas estrategias de marketing que vayan más allá del dinero, de las estadísticas mensuales que miden una película por el número de espectadores que acuden a los multiplex. Que en los lugares más apartados de la geografía nacional, la gente reconozca el país en el cine colombiano, que se entere de las problemáticas de otras regiones y de las de su propio entorno. De esta manera se estaría compensando, socialmente, el recaudo de los impuestos a la taquilla, el cual se está utilizando para financiar el cine nacional.

A manera de conclusión, primero hay que tener una estupenda película; luego, hay que catapultarla con una buena promoción, que sea envolvente y masiva para que llegue a todos los públicos, pero sin olvidar la doble característica del cine como arte y como espectáculo. En el cine de autor, el autor crea un público con su estética, y este nunca ha sido masivo a través de la historia del cine. En el cine como espectáculo, existen unas estrategias, como las de Dago García con sus producciones, y el público es masivo porque a este se le da el tipo de película que pide y, además, está motivado por un marketing acertado, como estrenar la película un 25 de diciembre para que la gente pase el guayabo en una sala de cine, riéndose de él mismo.

martes, 14 de julio de 2015

EL DOCUMENTAL INTERACTIVO


 

 

EL DOCUMENTAL INTERACTIVO

UN RETO INNOVADOR Y PARTICIPATIVO

 

Autor: NELSON RENDÓN GARRO


 

En un mundial de futbol (no recuerdo de qué año ni cuál fue el país que lo organizó) fueron contratados varios documentalistas para que registraran cómo disfrutaban los aficionados el juego entre las selecciones de diferentes países. Aparecieron en la pantalla pueblos en playas lejanas con pescadores congregados frente a un televisor, animando al deportista de su región; él lucía la camiseta de un país africano. Muchachos y muchachas, brincando en un bar, coreaban un gol de su amada Brasil. Jóvenes, reunidos en un parque de España, estaban pendientes de que su selección saltara al terreno de juego. Luego, todas estas historias se unieron para formar un documental. Seguramente cada uno entregó su trabajo en un formato físico, pero si hubiese existido el internet habría bastado con que el documentalista hubiera subido su vídeo a una página de internet. Acaso este sea un ejemplo que contiene una de las características del documental interactivo cuando todavía no se había masificado el internet. Hubo la posibilidad de que el mundial fuera registrado al mismo tiempo en diferentes países, pero los directores de los documentales no tuvieron que viajar. La televisión, en sus transmisiones en directo, llega a todos los hogares del mundo. El internet es una red que abarca el planeta y permite que los pueblos se unan sin que se tengan que desplazar sus habitantes.

El internet le brinda al documental la oportunidad de romper con el autor individual para optar por el colectivo. No es necesario que un director se desplace por el mundo registrando, por ejemplo, los impactos nefastos del ébola. Cada documentalista lo rueda en su país y acceder a la red de internet para socializar su trabajo. Solamente habría una coordinación previa, de tal manera que el documental no repita, sino que sea dinámico. Un documentalista se puede ocupar de la historia del ébola; otro se encargaría de las víctimas; uno más, del tratamiento; el siguiente acompañaría a los científicos investigadores que están tratando de descubrir una vacuna. Todo este trabajo daría como resultado un documental completo que ahorraría tiempo y dinero; en un mismo mes cada documentalista haría la filmación sin pagar pasajes para desplazarse de un lugar a otro.

El documental interactivo va más allá, no se limita a un solo espacio. En un país como Colombia se puede organizar el registro de la vida de las comunidades indígenas. Cada comunidad, con una asesoría previa, se encargaría de realizar la filmación y montarla a internet. Ahora, con el uso de la tecnología digital, las cámaras abundan en todas partes y el internet está masificado. Ningún sitio se ve apartado; el mundo está al alcance de la mano. El internet es una riqueza que hay que saber aprovechar. Las comunidades interactuarían desde la misma creación para luego reconocerse en el trabajo que se disponga en la red.

Una ciudad, en un documental interactivo, tendría los atractivos turísticos, los centros financieros, los comercios, los centros culturales, los servicios médicos, etc. El internauta, sin necesidad de viajar, conocería a Medellín con solo dar un clic en la pantalla. Este sería un proyecto documental de gran impacto. Ya la ciudad no existiría físicamente, sino que tendría la posibilidad de estar disponible para las personas en cualquier lugar del mundo. Habría la necesidad de convocar a los documentalistas de la ciudad para dividirse los temas y concertar cuál sería la forma del documental. Se procedería a la elaboración del guion, la filmación y el montaje. Por último, un experto en informática volvería interactivos todos los contenidos para subirlos a la red.

La interactividad del documental abarca el proceso de creación en una integración constante y presente. Todo el trabajo de preproducción se hace por internet, mediante mesas de chat, donde los documentalistas discuten y elaboran un proyecto previo para más adelante volverse a reunir, cuando ya tenga el guion del documental. Cada documentalista en su sitio haría el rodaje y el montaje. Podrían disponer de una mesa de chat permanente para discutir y evaluar los avances. Por último, el rompecabezas del documental se armaría en una sola obra.

El tiempo de la producción rompe el cronograma cerrado para que exista una actualización constante. Ya un documental no se rodaría en un lapso determinado de tiempo; se podría extender para registrar nuevos hechos que están sucediendo. En un caso de investigación policial se asistiría a todo el proceso en tiempo real; cada etapa sería registrada en su momento, sin necesidad de acceder a archivos, y toda esta información se iría colocando en la red, quedando el documental más cerca del reportaje, pero sin confundirse con este. El documentalista debe ser consciente de que no es un periodista, sino un autor de documentales; por lo tanto, su trabajo lo abordaría desde las características y las exigencias del documental. Habría de antemano una contextualización profunda y un manejo de la forma para avanzar más allá de las limitaciones temporales y formales del reportaje.

El mundo es más rápido y hay menos tiempo para mirar los documentales, lo que incide en la duración de los contenidos. Un documental de una hora se fragmenta en cortos de veinte minutos, teniendo en cuenta los subtemas, pero cada uno de estos exigiría una unidad temática y formal. Una misma historia, que dura una hora, puede traer diferentes versiones; el espectador elige la que le interese más y descarta las otras, o las ve todas y las compara. La linealidad en el tiempo, cuando alguien mira un documental, se rompe para darle paso a la fragmentación; lo ve por capítulos, repite aquellos más interesantes, se devuelve o avanza; también sintetiza, si no es necesaria toda la información para entender el documental.

La interactividad innova el documental porque obliga a pensar qué tipo de contenidos son atrayentes o importantes para el receptor. Los temas actuales para una comunidad o el mundo entero serían una prioridad del documental interactivo. En una sociedad que vive el ahora, donde solamente existe el presente, el documentalista tiene que ser contemporáneo; su mirada permanece más en la actualidad que en el pasado. El hombre vive en un presente sucesivo que lo bombardea con información de primera mano; las guerras, por ejemplo, son presenciadas en vivo y en directo. Las torres gemelas cayeron, no ante los estupefactos espectadores de la Gran Manzana, sino contra el mundo entero. La gente de cualquier país vio este ataque a la nación más poderosa del mundo y tuvo la oportunidad de acceder a diferentes versiones, según las cadenas que estaban transmitiendo el hecho por la televisión.

Si en la producción del documental interactivo se abre un sinnúmero de posibilidades, desde la creación colectiva hasta la producción de documentales que abarcan varios países o, incluso, el mundo entero, también en el receptor se advierte un trabajo participativo. Siguiendo con el ejemplo del ébola, para un estudiante que trabaje en investigación le es más importante mirar los avances científicos en el descubrimiento de la vacuna. A la vez, es posible que este estudiante haga su aporte en una sala de chat o que escriba su opinión en un formulario, y la envíe. El documental se convierte, así, en un cuerpo vivo que se nutre, tanto de su creador como del receptor.

Las fronteras del documental se rompen con la interactividad para crear un universo abierto. El director del documental no es el ser que nadie conoce o que únicamente han visto en los festivales. En la misma página de su documental sube un vídeo con su trayectoria y abre una sala de chat para interactuar con los espectadores. Da las explicaciones sobre la forma como trabajó el documental y escucha las opiniones de los que ya vieron su obra. Esta retroalimentación le sirve, tanto al trabajo posterior del documentalista, como a la visión del espectador porque va a obtener más información. No es solamente el documental, sino lo que el documentalista le dice y lo que también podría apreciar, por ejemplo, del detrás de cámaras subido en la página de internet. El documental, entonces, deja de ser un producto acabado, que se limita a una o dos horas, para convertirse en un ser vivo, el cual continuará siendo alimentado. Esta es una de las diferencias más grandes con el documental clásico, aquella cinta que se pasaba por un proyector para presentar (no para interactuar) una realidad.

El documental se libera de la cinta y el dvd, donde era un objeto en cautiverio, y toma vida permanente en la red; ya no depende de la programación en un festival o de la cartelera en una sala de cine. En cualquier momento, el espectador abre la página web y lo mira. Esto da la posibilidad de que el documental llegue a más gente. Hay algunos que no van a las sala de exhibición; estos se recuestan en la habitación y lo observan en el televisor o en una pantalla gigante, o en la misma computadora. El hecho de no tener que desplazarse a un lugar especial para ver un documental facilita el acceso a los espectadores. El internet masifica los contenidos, los coloca al alcance de la mano y rompe con las limitaciones espaciales y temporales.

La narración del documental interactivo también cambia; el testimonio frente a la cámara ya cuenta con un interlocutor activo, alguien con la posibilidad de responderle. Esto hace que los actores del documental existan más allá de la imagen, también estén presentes en la página web para interactuar con los espectadores. La interactividad rompe en pedazos el documental clásico, pero para volverlo a armar, no solamente con las herramientas del internet, sino, si opta por la voz en off, con un tipo de discurso que cuestione al espectador y espere o provoque una respuesta. La interactividad vuelve más vivo el documental, y más actual, lo que dinamiza las historias y, así, estas no terminan en el proceso de montaje.

El sentido que el espectador o receptor le da al documental interactivo ya no permanece en la mente; este lo trasmite para arriesgarse a una confrontación con otros espectadores. A la vez, se suma al sentido que el autor o director pretendió darle a su documental. Alguien que interactúa con un documental también lee los comentarios y, así, se entera de las opiniones de los demás. El documental abre toda una temática, la vuelve interminable; las opiniones llegan desde cualquier lugar del mundo. Los sentidos del documental se multiplican, desde la misma interactividad. Las opiniones se suman y entran en discusión en torno a un eje: el documental.

Se hace necesario revisar el proceso de creación y recepción del documental para ahondar en estas dos etapas y dinamizarlas; a la vez, se les agrega las herramientas del internet para llevarlas al mundo contemporáneo del internauta. No es tan fácil la tarea como se podría creer; no se trata solamente de volver interactivo un documental; hay que preguntarse por la manera de hacer documentales para que la interactividad no se reduzca a una simple herramienta. También se debe tener en cuenta el tipo de receptor; el internet transforma al internauta, lo convierte en un ser que requiere de contenidos actuales e interesantes que lo inviten a discutir. La interactividad hace que el espectador sea más dinámico, más versátil, y establezca un diálogo actual y real con el contenido del documental. ¿Qué tipo de documental y para quién? Es la pregunta que se formula todo documentalista antes de empezar a investigar para realizar su obra. La primera respuesta lo remite a la realidad presente, pero la segunda cae en la indeterminación; no se sabe de antemano quién va a ver el documental, pero se tiene la esperanza de contar con su opinión, gracias a la interactividad, y este sería el factor más determinante.

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NELSON RENDÓN GARRO. Nació en Bolívar, Antioquia, en 1960. Ha sido docente universitario en el Politécnico Colombiano “Jaime Isaza Cadavid”. Licenciado en Educación: Español y Literatura, y Magister en Literatura Colombiana, de la Universidad de Antioquia. Es escritor de cuento, novela, ensayo y guiones de cine. Publicaciones: El acontecer de los arrieros, Los de siempre, El relevo, La promesa, El último travelling, Soñaba ser como Aristi, Un relámpago de viento y La vuelta.

miércoles, 27 de mayo de 2015

TRAVESÌA, documental LA SABIDURÌA DEL OFICIO


 

 

 

 

TRAVESÍA

De ALEXANDER GONZÁLEZ TASCÓN

LA SABIDURÍA DEL OFICIO

 

 

Autor: NELSON RENDÓN GARRO*


 

El documental es un género aparentemente amplio, que brinda infinitas posibilidades de realización. Esto lleva a que muchas veces los documentalistas se relajen y tomen el camino del facilismo que consiste en dejarle a la cámara la responsabilidad de contar, algo que esta no sabe hacer porque únicamente se dedica a registrar la mirada de alguien que está detrás. Si a la cámara se le abandona, la mirada desaparece y la realidad se ve como lo que es, un caos que no tiene principio ni fin, ni avanza en busca de algo. Colocar la cámara en cualquier lugar, como una simple espectadora, produce imágenes mudas, que no hablan. El documentalista echa mano del contenido, esa parte de la obra que no significa nada, si no cuenta con el ropaje de la forma, para llenar un formato de cincuenta o noventa minutos.

Hay documentales de contenido y documentales de forma, pero existe un tercer tipo que integra a los dos anteriores en la narración de una realidad. El documental va más allá de un simple registro; su contenido está sujeto a una mirada que se ingenia una forma para narrar y describir partiendo de una intención. Desde la primera infancia ya el niño está apropiándose de un punto de vista y este evoluciona gracias a nuevas experiencias y mucho estudio. El documentalista es un estudioso de su arte de ver la realidad; analiza los diferentes documentales para acercarse a su mundo con una mirada amplia que le permita descubrir la complejidad de lo específico; puede ser una comunidad ancestral del Amazonas o los habitantes del barrio París, en Medellín. La mirada o punto de vista es una postura que no debería asumirse como intervención de la realidad, sino como manera de ver, de encontrar un hilo narrativo que cuente sin las impurezas de las ideologías impuestas. Una mirada limpia revela, igualmente, un punto de vista único, un estilo de narrar.

Travesía, de Alexander González Tascón, pertenece al tercer tipo de documental. El grupo de hacheros que se interna en la selva para cortar madera. El metal y la madera en el hacha que el hombre de raza negra empuña para derribar los árboles viene de un pasado remoto de la humanidad; la edad de la madera y la edad del hierro, las que se juntan con la era del celular, la tecnología digital, para que los cortadores se comuniquen desde la selva con la ciudad. Hasta aquí no ha sucedido nada, pero si las imágenes construyen una poética con los árboles que se divisan en el firmamento, se balancean y caen a la tierra, entonces la mirada del espectador encontrará una postal que lo cautive. La edición de las imágenes no solamente tiene en cuenta la linealidad, sino la poética que se pueda crear con estas. Los contraluces, los paisajes de atardeceres, la inmensidad de la selva y del río, se conjugan con el oficio de los hombres y el de la mujer; ella se ocupa de preparar el alimento en la balsa.

La narración de este documental, porque es narración y no un simple registro de la realidad, se vale de dos recursos: el visual y el verbal; el primero se destaca por la limpieza en el encuadre; son imágenes bien concebidas, pensadas por el realizador que está detrás de la cámara, para describir el esfuerzo del cortador de madera y los rostros que sudan por la ardua tarea. La edición de estas imágenes crea una narración fluida y atrayente; se combinan los diferentes planos para dar la sensación de una épica, la labor titánica del hombre en su lucha con la naturaleza. El segundo recurso es el verbal; los mismos protagonistas cuentan o, mejor, enseñan, de una manera didáctica, el trabajo de cortar y transportar la madera por el río. El espectador aprende lo que la imagen no le puede mostrar, los secretos del río con sus bancos de arena y sus zonas profundas para maniobrar la balsa, ayudados por largos palos remeros que empujan apoyándose en el lecho del río. Este discurso directo, que no es intervenido, da a conocer también el lenguaje de los cortadores, pero sin caer en el barroquismo de los argots. En ningún momento el espectador naufraga en la búsqueda del entendimiento de lo que se dice; la sencillez de las palabras y las indicaciones a la cámara sobre el recorrido que se está haciendo, llevan a balseros y espectadores hasta su destino. El relato verbal no detiene la narración visual; las dos se unen en el viaje por el río, en esa balsa elemental que, en pleno siglo XXI, remonta la nostalgia a los primeros navegantes. La balsa es el producto para ser vendido, pero también, un medio de transporte que los regresará a Buenaventura.

El oficio de los cortadores de madera da la posibilidad de un trabajo previo; se planea y luego se procede a realizar; esto es una ventaja porque permite controlar aspectos como la fotografía, el sonido y la narración. En Otros documentales, de sucesos fortuitos, el documentalista está obligado a registrar lo que se presenta en el momento para después editar las imágenes. Es el caso de documentales sobre una guerra o una catástrofe natural. La misma realidad contiene los recursos narrativos para ser contada, pero el documentalista los debe descubrir, y lo hace desde su punto de vista. Travesía se vale de una narración lineal, cuya espera de la lluvia no la interrumpe porque también pertenece al oficio, está inserta o hace parte de la misma tarea. La mirada se detiene en los rostros que anhelan la llegada de la lluvia; puede ser una espera de días, pero no hay otra posibilidad para transportar la madera. Hombre y naturaleza están unidos, son uno solo, pero el hombre tiene la facultad de entenderla. El hombre toma de la naturaleza y esta le brinda, no solamente los árboles, sino la lluvia que llena los caños para que empujen los árboles corriente abajo. El río aparece en su serena inmensidad y ellos construyen la balsa con bejucos y varas.

La sabiduría, esa que hace estirar el cuello a los académicos, no solamente existe en los libros y las universidades, sino que está presente en el hombre y su relación con el entorno, y no depende de una escritura; la misma oralidad va transmitiendo el conocimiento para que permanezca y evolucione. Este es un documental sobre la sabiduría del hombre dentro de un oficio específico que le permite derivar su sustento. Los libros fijan la información, pero la verdadera sabiduría se encuentra en el hombre y su hacer. Por esto se forman las diferentes culturas; en otras regiones, los cortadores de madera se valen de motosierras y de grandes máquinas para mover los troncos. En este documental, únicamente se cuenta con el hacha, la lluvia, el río y el mar. Los cortadores de madera han estudiado los ciclos de la lluvia y de los soles, y en su memoria conservan el mapa del río para orientarse. La sabiduría es propia de cada hombre, de cada comunidad, y, aunque está presente en la vida diaria, se convierte en novedad para el espectador de una cultura diferente.

Dos caminos que se pueden recorrer: el del facilismo y el de la rigurosidad. Para el primero no se necesita llevar el equipaje del saber; bastará con que tenga disponibles una cámara y un micrófono, y cargue consigo algo con qué entretenerse mientras la cámara realiza su oficio. La rigurosidad implica mirar hacia adentro, encontrarse con uno mismo, con la mirada de la experiencia, para leer y entender, no desde los ojos, sino desde una postura personal que invite a reflexionar y a trascender hacia la poética de la realidad; es decir, la construcción de un discurso visual y verbal que muestre la belleza; de esta manera, el espectador, no solamente se va a instruir, sino que disfrutará una obra de arte.

Travesía es un documental que está destinado, por su concepción rigurosa, a permanecer en el tiempo. Siempre que se estudie el documental en Colombia, será un referente obligado. El documental, no solamente es un producto, sino una lección para aprender en la academia. Lo clásico es lo que sobrevive en el tiempo, y lo logra, desde una forma que envuelve al contenido y lo hace atractivo, no lo deja perecer en la anécdota desnuda. En Travesía está presente el oficio de los cortadores de madera, pero también se advierte el oficio riguroso del documentalista. Qué bueno sería que este documental estuviera disponible en las universidades que ofrecen carreras sobre el audiovisual, que se estudiara a fondo y fuera un ejemplo de cómo se trabaja para mostrar la belleza de la sabiduría humana.

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*NELSON RENDÓN GARRO. Nació en Colombia, en 1960. Es Licenciado en Educación: Español y Literatura, y Magíster en Literatura Colombiana, de la Universidad de Antioquia. Ha sido finalista en cuatro concursos nacionales de cuento. Publicaciones: El acontecer de los arrieros, Los de siempre, El relevo, El último travelling, La promesa, Un relámpago de viento, Soñaba ser como Aristi y La vuelta.

viernes, 20 de febrero de 2015

CINE COLOMBIANO: lo local, lo universal y lo global


 

 

 

 

EL CINE COLOMBIANO

LO LOCAL, LO UNIVERSAL Y LO GLOBAL

 

Autor: NELSON RENDÓN GARRO

marioelerrante@gmail.com

El cine colombiano se devana los sesos en un mar de incertidumbres; no sabe hacia dónde dirigir la mirada para producir películas que se vendan. Si sigue pensando en historias locales, que reflejen la idiosincrasia del colombiano, sus proyecciones tendrán poca afluencia de público y solamente se exhibirán dentro del país o estas películas serán invitadas a los festivales secundarios de cine, en los que ganarán premios de consolación porque los colombianos son muy violentos. Para avanzar de lo local hacia lo universal al cine nacional le falta capacitarse más en la trama y los personajes; en la trama hay que estudiar la dramaturgia y en cuanto a los personajes es necesario profundizar en el conocimiento del ser humano y su complejidad. Las limitaciones que presentan los guionistas a la hora de escribir los guiones se podrían superar si tuvieran el hábito de leer las grandes obras de la literatura universal, principalmente, la tragedia y la comedia. En cuanto a lo global está la carencia de un producto que sea atractivo para las poderosas distribuidoras que comercializan el cine; este producto debe satisfacer las exigencias de un mercado que ha estandarizado los temas del cine. Hay que empezar por definir y explicar, entonces, qué es lo local, lo universal y lo global con el fin de hacer un aporte reflexivo que ilumine el oscurantismo de los creadores de cine.

 

LO LOCAL

Lo local, entendido como lo propio de un territorio, sirve para fundar la historia en un entorno específico, pero esta fundación es solamente la base de un buen guion. Lo local particulariza la historia, la diferencia de otras que tratan el mismo tema. El amor es un sentimiento universal, pero se vuelve único cuando se le ubica en un entorno; ya es una historia de amor que pertenece a tal pueblo o a tal ciudad. La historia de Romeo y Julieta en Verona es diferente, por ejemplo, de la historia de Efraín y María en el Valle del Cauca. Los espacios tienen características específicas, no solo en lo arquitectónico, sino en las costumbres y la cotidianidad de los habitantes. Lo local va más allá del espacio; también está lo que sucede, las historias particulares de unos personajes que pertenecen a determinado lugar. Es local la bandeja paisa en Antioquia, pero  se universaliza en la acción de un personaje que invita a su novia a degustarla. A este encuentro se le podría agregar un conflicto de celos que ellos intentan resolver mientras cenan en el restaurante. El guionista funda la historia en un espacio cultural que es complejo, pero la historia se universaliza gracias a los temas que son expresados mediante las emociones y las acciones de los personajes.

Hay películas en las que lo local es determinante. Cuando a alguien se le pregunta de qué trata La vendedoras de rosas (Víctor Gaviria, Colombia, 1998), la respuesta es simple: sobre los niños de la calle. Aquí se está entrando directamente a un entorno; las calles se caracterizan por ser el hábitat de los niños, pero no el lugar más adecuado por el peligro de la drogadicción, la delincuencia y los criminales. El entorno no está intervenido, en el sentido de que haya sido construido para la película, sino que fue elegido porque a este pertenecen los personajes. Lo local produce los conflictos entre los niños de la calle; el entorno de estos barrios dice, por ejemplo, que cualquier problema, por insignificante que sea, puede desencadenar una muerte violenta, muerte que se universaliza en la condición humana; todos estamos destinados a morir. Lo local va unido a una trama que le pertenece; en un mundo desintegrado por la droga y la delincuencia, los personajes viven sus historias de amor, muerte y celebración de la Navidad.

La cara oculta (Andi Baiz, Colombia, 2012) es una película cuyo entorno geográfico no es determinante para la historia; la trama se vale de panorámicas como referentes para indicar el espacio de la historia. Aparecen dos ciudades: Barcelona y Bogotá, que podría ser, sin violentar la historia, Madrid y Santiago de Chile o París y Lima. Hasta sería posible invertir la procedencia para hacer que un director de música viajara de Lima a París, y la historia no sufriría alteraciones sustanciales. Bastaría con cambiarle el nombre al teatro donde sucede el concierto y especificar los nombres de las ciudades en los diálogos y registrar las panorámicas correspondientes. La casa de campo sería la misma en las afueras de cualquiera de estas ciudades; únicamente tendría que contar con la habitación oculta que es el único espacio específico y determinante para la historia. La trama está centrada en el triángulo amoroso de los personajes y su eje principal es la habitación oculta. En ningún momento esta película detiene la acción para mostrar características culturales de un espacio geográfico, como el ajiaco bogotano.

Lo local también puede ser transformado por la acción, como sucede en La sombra del caminante (Ciro Alfonso Guerra, Colombia, 2004); un personaje transporta a los transeúntes en una silleta, actividad esta propia de los entornos rurales, a la vez que hace parte de otro tiempo, el de los siglos XVIII y XIX, para no ir más lejos, cuando existían silleteros humanos, gente de gran fortaleza física que cargaba a los exploradores por los difíciles caminos de la geografía nacional. El colocar la silleta en un espacio urbano (calles de Bogotá) es ya un elemento que llama la atención porque rompe con la cotidianidad de una ciudad donde los habitantes utilizan el bus urbano o el vehículo particular. El oficio del silletero está fuera de su entorno natural; esta es una elección que entra a aportar a la historia; dice de la procedencia de los personajes; ellos no son urbanos, sino rurales. Están aquí, en la ciudad, porque se tuvieron que desplazar.

En Lo azul del cielo (Juan Alfredo Uribe, Colombia, 2013), lo local no es el territorio como escenario, sino la forma en que se resuelven los conflictos dentro de un entorno; los secuestradores se pelean por el dinero y acaban matándose. Este es un conflicto local que se repite constantemente en la relación entre bandas de delincuentes. Lo local no se puede reducir al territorio como lugar donde sucede la historia; cada cultura posee unas características y de estas nacen los conflictos que se vuelven locales o universales, según el tratamiento que les dé el guionista.

La elección del entorno para escribir una historia de cine es ya un paso importante; no obedece a un capricho del guionista. La pregunta, ¿dónde transcurre la historia?, exige una respuesta concreta y hace parte de un todo, de los personajes, la trama y el tiempo. Una película se estanca en lo local cuando no trasciende, no avanza en la búsqueda de una trama que recree los temas universales del ser humano. En el cine de ficción no se trata de mostrar un lugar, sino de contar una historia dentro de este.

 

LO UNIVERSAL

El secuestro es el detonante en Lo azul del cielo; el hombre retenido muere y la historia se abre en dos vertientes: el secuestrador enamora a la hija del secuestrado y los mismos secuestradores entran en conflicto por el dinero. La primera vertiente se desarrolla en un solo sentido; el secuestrador estudia música para conquistar a la muchacha, pero esta continúa siendo un personaje pasivo que solamente tiene la posibilidad de aceptar o rechazar, pero sin ninguna fuerza emotiva (dramática) que se interponga en su decisión. Aquí se podría suponer que ella se diera cuenta quién es su pretendiente; se abriría el conflicto del amor al padre contra el amor al novio; la muchacha tendría que escoger entre estos dos. Ella, por ejemplo, optaría por vengar a su padre; entonces enfrentaría a su novio y a los demás secuestradores para matarlos. O también podría hablar con la policía y, de una manera protagónica, trazar un plan para apresar a los secuestradores de su padre. El desarrollo de este segundo conflicto, el de la novia, le habría dado mayor trascendencia a la historia, ya que el espectador habría entrado a identificarse de una manera activa con este personaje; él esperaría que ella tomara una dura y crucial decisión frente a su novio. Pero, ¿por qué el guionista no entró a desarrollar la historia de este modo? Por lo que se percibe en la película, él partió de cómo son los conflictos en el entorno y cómo se resuelven dentro de este; no se salió a buscar otras opciones en los manuales de guiones que enumeran las fórmulas mágicas para que una historia se venda. La trama de Lo azul del cielo permaneció en lo local; no avanzó hacia una universalidad del conflicto de las diferentes formas de amar; no enfrentó el amor paterno con el amor al novio. Tampoco entró en los temas globales como la venganza, lo que le habría dado un lugar en un público que ya está creado para este tipo historias.

Lo local se vuelve universal si existe una trama poderosa que desarrolle un conflicto entre las pasiones humanas. El espectador recordará ese pueblo porque allí sucedió algo grave, algo que le puso los pelos de punta. Lo local por sí solo no trasciende; una habitación vacía es eso, pero si en esta el marido mata a la esposa, ya hay un hecho de sangre que la hace memorable. ¿Qué sucede en tal entorno? Es la pregunta que eleva a este por encima de sus costumbres; siempre hay un hecho que rompe la cotidianidad, la vida apacible de un pueblo, como en Cóndores no entierran todos los días (Francisco Norden, Colombia, 1984). El hecho macro ocurrió en la capital (Gaitán fue asesinado), pero este produjo la manifestación en el pueblo y León María Lozano, mediante el uso de la fuerza, logró dispersarla. León María Lozano es el héroe que representa a todos los héroes nacionales. Las víctimas de este personaje, que pertenecen al pueblo, representan las víctimas del conflicto a nivel nacional. La violencia en Colombia es un conflicto local, pero se universaliza porque la violencia es propia de los humanos.

La universalidad en el cine va más allá de volver universal lo local; es necesario particularizar un personaje que exprese sentimientos como el amor, la tristeza, el odio y la venganza, temas recurrentes que crean conflictos. La venganza es el tema en Crónica de una muerte anunciada (Francesco Rossi, Colombia, 1987) y Tiempo de morir (Jorge Alí Triana, Colombia, 1985); en la primera película se recrea la venganza por el honor perdido; los hermanos Vicario deberán vengar el honor mancillado de Ángela, su hermana; ellos matan a Santiago Nasar. En la segunda, un personaje (Julián) está obligado a vengar la muerte de su padre y para esto tendrá que matar a Juan Sáyalo. El tema de la venganza es lo que hace interesante los dos pueblos donde transcurren ambas historias.

El personaje es el componente más universal del cine; de este brotan las pasiones que lo van a identificar con el espectador. Tanto en el personaje como en el espectador confluyen sentimientos de amor, odio, venganza, tristeza, miedo. Estos sentimientos son expresados mediante las acciones y las emociones. Las acciones pueden surgir de la fuerza física o de los sentimientos. Las acciones físicas se refieren a las películas épicas de los grandes héroes y gladiadores que se enfrentan en la arena para saber quién es el más fuerte. El sentimiento se desarrolla en otro tipo de películas cuya acción penetra en las pasiones humanas; las acciones nacen de lo que sienten los personajes. En la adaptación de la novela María, de Jorge Isaac, es el amor entre Efraín y María y la muerte irremediable de esta lo que conmueve al espectador. La acción no puede ser gratuita; tiene que existir una fuerza adentro que la haga reventar afuera, y esta es el sentimiento de venganza, de odio, de amor, y esto es válido también para las películas épicas; el gladiador ama a su pueblo y por esto debe salvarlo del tirano y acepta el duelo en la arena. Ninguna acción debería ser superficial, gratuita, en el sentido de que no tenga un sentimiento universal para asirse.

Para llegar a la universalidad es necesario que el personaje se construya de una manera dramática que, no solamente muestre una acción nacida de un sentimiento, sino que está sea producto de unos pensamientos que hagan que el personaje rompa con sus sentimientos para resolver los conflictos. Las convicciones del personaje son otro elemento que cabe dentro de lo universal y responde a la pregunta de la causa (por qué). Un personaje bien construido da cuenta de unas convicciones fuertes y de unos sentimientos sublimes. La convicción del protagonista en El tiple (Iván Gaona, Colombia, 2013) dice que primero está la vida que todo lo demás; y esta convicción entra en conflicto con un sentimiento de apego: deberá desprenderse de su instrumento más preciado: el tiple. Cualquier espectador del mundo se identifica con este personaje; ¿quién no tiene un objeto que ama por encima de todo?; puede ser una joya, un juguete, un instrumento musical, un libro. La relación del personaje de El tiple con su objeto se universaliza en el sentimiento que avanza hacia el otro, el espectador, quien, a su pesar, entra a aceptar la venta del tiple, solidarizándose con el protagonista, pero luego se alegra porque este logra recuperar su instrumento. He aquí una trama sencilla, pero profunda porque presenta temas que pueden entrar en conflicto como la vida y la muerte, el amor y el objeto, el esposo y la esposa. El personaje desnudo no es universal; es necesario colocarle un ropaje humano; de lo contrario, se convertirá en una marioneta que no va a permanecer en el recuerdo del espectador. Universalizar una película es colocarla al mismo nivel del ser humano; de ahí que la construcción del personaje sea fundamental.

Las películas establecen una universalidad que les es propia. Cada película se destaca por uno o varios universales. La universalidad saca a la película de lo local y la lleva a otros espacios; ya no es una producción nacional sino internacional; el público de cualquier lugar del mundo encontrara elementos de identificación más allá del exotismo que produce un paisaje lejano. Los universales del amor y el odio luchan encarnizadamente; el espectador deberá tomar partido por uno de los dos personajes y esto dependerá de la cultura. El amor de una mujer por salvar a su hijo y el odio de un padre porque este le asesinó a su hija y deberá matarlo. He aquí dos universales (el amor y el odio) para construir una trama bien sólida.

Que un tema sea universal o no también está determinado por el tiempo en que existe. Los grandes  temas como el honor y la venganza son vistos de diferentes maneras, dependiendo de la época. La venganza por el honor mancillado en Crónica de una muerte anunciada pertenece a una época en la que la virginidad era un tesoro guardado para la noche de bodas. Hoy, en el siglo XXI, este tema ya está superado y la virginidad se mira como la primera vez que se está con un hombre, pero ya no se relaciona con el honor ni el matrimonio. El tiempo de la violencia pertenece a todas las épocas de la humanidad; la prehistoria, los griegos, los romanos, la Edad Media, La primera guerra mundial, La segunda guerra mundial, las guerras en el Oriente Medio. En Confesión a Laura (Jaime Osorio, Colombia, 1991), la violencia se particulariza en el detonante de la llamada violencia política en Colombia; Gaitán es asesinado en el afuera y los personajes de esta historia están obligados a permanecer dentro de sus casas hasta el día siguiente. Lo local, los espacios, se universalizan al establecer un adentro y un afuera, un adentro de protección y un afuera de peligro. Estos dos espacios se podrían rastrear desde la misma prehistoria del hombre, cuando este se protegía en cavernas, no solo del invierno y las fieras, sino del hombre mismo.

El tiempo como medida es lineal para el ser humano; este nace, se desarrolla y muere. Así también es visto el tiempo de las historias en la Poética, de Aristóteles: introducción, desarrollo y desenlace. Esta manera de percibir el tiempo se ha vuelto universal en el cine. Existen manuales que lo explican y hasta establecen cuántos minutos dura la introducción (30), el desarrollo (60) y el desenlace (30). La película puede jugar con el tiempo; empezar por el final y transitar el camino inverso hasta el principio, pero el espectador, a la hora de contar la película, tratará de ordenarla en el tiempo lineal de la historia. Crónica de una muerte anunciada juega con el tiempo; del presente va al pasado para recuperarlo en la imagen; Santiago muere en el inicio, cuando la gente del pueblo corre por las calles, pero la historia se devuelve para seguir desarrollándose hasta un final en el que se ve el acuchillamiento de los hermanos Vicario contra el cuerpo indefenso de Santiago.

El tiempo sirve a lo local para especificarlo; basta mirar una vivienda del siglo XIX en Medellín y compararla con un apartamento en el siglo XXI, en la misma ciudad. La arquitectura y los objetos que contienen las hacen diferente. El tiempo avanza de lo local a lo universal cuando muestra el tratamiento de un mismo tema en diferentes épocas; hace treinta años no existía el celular, pero ahora es posible verlo encima de la cama en la escena de un crimen. La utilización de armas en la guerra particulariza cada época, pero la guerra ha sido una constante en la historia de la humanidad; es una acción que se universaliza y afecta a toda la especie, y es el tema que más espectadores convoca en el cine.

 

LO GLOBAL

Lo local y lo universal avanzan hacia lo global, un término que se relaciona directamente con el mercado. Lo local se vuelve exótico para el resto de espectadores del mundo en las películas que suceden en paisajes muy específicos, como el desierto de la Guajira, en Los viajes del viento (Ciro Guerra, Colombia, 2009) o la laguna de La Cocha, en la Sirga (William Vega, Colombia, 2013). El espectador no solamente asiste a una historia, sino a un paisaje desértico, en la primera película, o de clima frío, en la segunda. Lo local se describe, pero inserto en la trama, de tal manera que este no se malogre sino que contribuya a la narración de la historia.

En el cine hay ciudades que se vuelven globales como Manhattan y New York; infinidad de películas se han filmado en estas dos metropolis. Basta mirar el inicio de múltiples películas de acción; siempre en la panorámica de los créditos se destaca el puente que las une. El espectador ya está familiarizado con el puente, la Quinta Avenida y los negocios de comidas rápidas, más las comisarías con los policías que se afanan por hallar la verdad. En el cine colombiano todavía no hay una ciudad que se destaque por encima de las otras; se ha ido del campo a la ciudad, y viceversa, pero no se puede decir, por ejemplo, que Medellín, Cali y Bogotá sean reconocidas cinematográficamente. El cine colombiano está en construcción; no existen suficientes películas sobre una misma ciudad, ni las pocas que son producidas se han difundido masivamente para decir que esta es la ciudad de Carlos Moreno (Cali) o de Víctor Gaviria (Medellín), como sí podría afirmarse de New York (la ciudad de Scorsese y de tantos otros directores). La ciudad, para ser global, cinematográficamente, debe tener un reconocimiento de los espectadores, tanto a nivel nacional como internacional, y deberá mostrar sus símbolos específicos; el edificio Coltejer en Medellín o el Arco del triunfo en París.

Los grandes temas universales se globalizan gracias a la recurrencia, en varias décadas, y al marketing en estos tiempos de la publicidad. El amor todo lo puede; la búsqueda de la verdad, aun por encima de la ley; el héroe que vence al mal; el miedo que produce el victimario y el valor de la víctima para defenderse o huir; alguien persigue a alguien; la lucha por la patria o por la humanidad; el odio contra el amor; la venganza por el honor o por la muerte de un ser querido. Todos estos temas ya tienen un mercado asegurado; el cine, a través del tiempo, se ha encargado de globalizarlos para un público masivo. En Colombia, las películas todavía no abordan los grandes temas del cine global; esto hace que carezcan de un público masivo, aquel que está formado dentro de unos lineamientos trazados por el marketing. Ya las producciones nacionales no presentan problemas técnicos de sonido y fotografía, pero en cuanto a la trama no han trascendido lo local, las películas permanecen estancadas en una idiosincrasia que no cautiva a nadie porque es simplemente la repetición de una realidad que también se ve en la televisión (compárese en cine de Dago García con el programa de humor, Sábados Felices).

La búsqueda de la verdad por encima de todo, incluso de la ley, es una constante en las películas del cine comercial. La verdad se relaciona directamente con la autoridad y el poder; los tres forman una fuerza invencible para luchar contra el malo. El cine policial investiga lo que verdaderamente ocurrió; al final, el malo será castigado o eliminado. El bien y el mal también van de la mano con la verdad; los buenos se ubican en la verdad y los malos en la mentira. La verdad no reside en la veracidad de los hechos, sino en el poder y la autoridad; el poder del protagonista y de la justicia contra el poder del malo que actúa por fuera de la ley,

El tema del héroe atraviesa la historia de la humanidad, desde aquel Aquiles que luchaba contra los troyanos hasta los grandes héroes que el cine ha creado. León María Lozano, en Cóndores no entierran todos los días, es un héroe que permanece en la sombra, pero sus mandatos están influyendo en la vida del pueblo y del campo. Mónica, en La vendedora de rosas, es la heroína trágica, la que perece a manos del Zarco. La mayoría del cine comercial destaca, de entre los personajes, uno solo, aquel que es el protagonista de la película; este tiene la faculta de resolver el conflicto y de permanecer hasta el final. El héroe cuenta con características que lo hacen único: está la fuerza física, la inteligencia, el honor, la honestidad, la verdad, etc. El héroe lucha desde lo que es para lograr un objetivo; casi nunca pierde; son contadas las películas en las que sale derrotado. Claro que existen aquellas con un final abierto, lo que da lugar a una segunda y tercera parte.

La identificación del héroe con el espectador parte de una cultura individualista; es uno solo el que salva a la humanidad del malvado. En casi todas las películas existe un héroe cuyas acciones son las que guían toda la trama. El héroe es global en el sentido de que pertenece a las grandes producciones del cine. Piénsese en los superhéroes, hombres con poderes sobrenaturales que luchan por la verdad o por salvar a la humanidad, y que tuvieron su origen en los comics, como Batman. En esta era del marketing, las productoras están reciclando los héroes de siempre, pero con el atractivo de los efectos digitales, recurso que da la posibilidad de crear sin límites.

La difusión de las películas es otro elemento que aporta a la globalización del cine comercial. Grandes producciones son anunciadas por todos los medios de comunicación. Estrenos masivos a nivel mundial y por diferentes medios atrapan al espectador, no solamente en la sala de cine, sino en su propia casa. El internet es un vehículo que transporta las películas a la intimidad de una computadora. Ya las salas de cine son un medio más para presenciar una película; hay que sumarles la televisión y el internet. El cine ha entrado a la era del mercado, es un producto que tiene su lugar en el centro comercial; allí se encuentran varias salas para que los espectadores, que van a comprar, también tengan la oportunidad de distraerse con el estreno de turno.

Los géneros cinematográficos caben dentro de lo global; cada uno de estos ha logrado trascender las fronteras de lo local para convertirse en productos globales. En el cine colombiano ha habido varios intentos de llegar a lo global, uno de estos es La cara oculta, película que se puede inscribir dentro del género de terror. En el primer acto se intenta mezclarle los ingredientes de las películas de miedo, pero a partir del segundo la misma película desarrolla sus propios códigos y la trama se torna interesante para el espectador. Escribir historias de género no es fácil, no basta con estudiar las características de, por ejemplo, el cine negro; es necesario encontrar una historia que permita explorar los rasgos propios de un género y, a la vez, que sirva para descubrir y aportar otros nuevos que enriquezcan y hagan que el género evolucione.

Los géneros han tenido sus épocas dentro de la historia del cine universal; se habla del género negro, del musical, de terror, el western, etc. En el cine colombiano se podría mencionar el género del narcotráfico, pero este se ha dedicado a copiar los mismos clichés de las películas policiales; aparecen las mismas persecuciones que se ven en las películas norteamericanas, pero no se ha penetrado más allá de la acción desnuda, no se ha llegado a estudiar características específicas que guíen la acción de una manera particular, de tal manera que el género del narcotráfico se diferencie, por ejemplo, del cine policial. Las películas del narcotráfico en Colombia, en el afán de convertirse en comerciales, han descuidado las tramas dramáticas; no basta con partir a otro con una motosierra; hay que crear toda una dramática para que esa muerte que se produce, de forma violenta, penetre en el sentimiento del espectador, no como un efecto del momento, sino como algo grave que proviene de los antecedentes de los personajes. En otras palabras, es necesario dramatizar y contextualizar la violencia para que no aparezca en el aire, para que no se convierta en las mismas películas que se ven a diario en las series de la televisión colombiana y del cine internacional.

En la era del marketing es posible convertir todo en un producto; sin embargo, este tiene que reunir unas condiciones de calidad para que sea atractivo y cautive al espectador y a los distribuidores. Los manuales de guion están hechos a la medida de un mercado ya establecido; el público masivo del cine ha sido creado por una serie de fórmulas y las películas que no se encasillen dentro de estos parámetros, seguramente no tendrán una buena taquilla. La cara oculta es una película que prescinde de lo local, como espacio donde sucede la historia, para centrarse en una trama universal y global: el triángulo amoroso. Desde esta estrategia rompe con la producción cinematográfica nacional, en las que lo local está por encima de la trama, y busca un mercado fuera de las fronteras de Colombia. El dilema está en si hacer cine para nosotros mismos o producir películas que se vendan en cualquier parte del mundo. Una película pensada para un público nacional no es rentable, por los altos costos; es necesario trazar una estrategia que permita hacer cine global; de lo contrario el cine nacional dependerá siempre de las ayudas estatales.

NELSON DE JESÚS RENDÓN GARRO. Nació en Colombia, en el municipio de Ciudad Bolívar, Antioquia, en 1960. Ha sido docente universitario en el Politécnico Colombiano “Jaime Isaza Cadavid”. Es Licenciado en Educación: Español y Literatura, y Magister en Literatura Colombiana, de la Universidad de Antioquia. Publicaciones: El acontecer de los arrieros, Los de siempre, El relevo, El último travelling, La promesa, Soñaba ser como Aristi y Un relámpago de viento.