martes, 20 de marzo de 2012

Los vicios de la crítica cinematográfica










LOS VICIOS DE LA CRÍTICA CINEMATOGRÁFICA



Autor: NELSON RENDÓN GARRO

El objeto de la crítica cinematográfica es la película, y debería serlo en su forma más pura, sin la intromisión de otros factores como el crítico, el director, la publicidad y los regionalismos. La crítica es un juicio limpio que abarca los diferentes aspectos de la película, pero sin el ánimo de agradar o quedar bien; de la anécdota o historia se avanza para profundizar en la trama, la dirección, la fotografía, la música y la actuación.

En la crítica existen muchos vicios; uno muy recurrente es la simpatía por algunos directores y el rechazo que se expresa hacia otros; hay quienes se especializan en alabar a aquel director que está más cercano, con quien comparten a menudo o se encuentran en los festivales. Su juicio consiste en destacar lo bueno y convertir lo malo en virtud; si la película no tiene una trama bien lograda fue porque el director quiso elaborar una obra más natural; no pretendía que su película se fuera a ver como un clásico del cine. El crítico se dedica a justificar todos los horrores y se olvida de analizar, de una manera objetiva, lo que está viendo frente a la pantalla. En esta relación del crítico con el director también se observa el regionalismo; algunas veces se produce un enfrentamiento entre los críticos y los directores porque los primeros averiguan la procedencia del segundo para acomodar su juicio de tal manera que destruya o desmoralice.

El otro vicio, emparentado con el anterior, es dejarse llevar por la publicidad o quedar bien con los periódicos y las revistas, y los distribuidores. El escrito semanal insiste en sobredimensionar recursos como el uso de la tecnología digital en los efectos especiales; la gente asiste a la sala para ver esa ciudad que es destruida en diez segundos o al personaje que se convierte en máquina para luchar contra un enemigo extraterrestre. La mirada del espectador, que en el cine es múltiple, se reduce a seguir las indicaciones plasmadas por el experto en un periódico.

Hay críticos que entran a una sala de cine para ver un estreno colombiano y la pregunta que llevan escrita en la frente es: ¿Por qué esta película es mala? Durante las dos horas se dedican a tomar nota de los errores que cometió el director, de las malas actuaciones, de las fallas en la narración; se olvidan por completo de aquellos aspectos que se destacan; al final de su crítica, para mostrarse un poco indulgentes, argumentan que esta película se salva por la música o por la actuación de un niño. Cuando este mismo crítico ingresa a una sala para ver una película extranjera se pregunta: ¿Por qué esta película es buena? Y se esfuerza por hallar las virtudes, sin importarle las fallas en la fotografía o la dirección; su crítica hace creer al espectador que está frente a una obra perfecta. Esto se percibe también en la crítica literaria y en las prácticas políticas; hace parte de una mentalidad pobre, cuya cantaleta es la misma: todo lo de afuera es mejor y lo hecho en casa no sirve para nada.

Se debe entender que el cine colombiano carece de suficientes escuelas para la formación; por esto y la falta de presupuesto, hasta hace unos años, tampoco ha existido una tradición que garantice una gran cantidad de producciones de calidad; todavía se nota la inexperiencia de algunos directores para tratar aspectos tan importantes como la actuación y la narración cinematográfica. A la vez, se evidencia un afán por agradar a un público, por aumentar el número de espectadores que asiste a una sala para ver el cine nacional, y esto desvía la atención de la historia; primero hay que preocuparse por producir buenas películas para que estas sean las que motiven al público.

Muchas veces el crítico se aleja de su oficio para entrometerse en los trabajos de quien rueda la película; se cree director y empieza a divagar sobre cómo hubiese diseñado él tal escena. Su escrito se reduce a las especulaciones propias de todos los frustrados; siente envidia porque alguien ya creó lo que él habría podido hacer mejor. Cuando se le dice que ruede una escena se sale con la disculpa de que no es director, o ni siquiera se atreve a colocar la cámara en el lugar que le parece conveniente. Cada que se tome la crítica desde una subjetividad, es decir, desde el crítico, se entrará en terrenos que son propios del espectador común, y que se ven cotidianamente en la calle y los estadios de futbol; el hincha que está convencido que él hubiese marcado ese gol que acaba de malograr el delantero en la cancha.

Una falsa creencia muy extendida es pensar que para ser un buen crítico se debe mencionar en todos los juicios el cine clásico; se argumenta que este fue el mejor y que ya nadie hará nada sobresaliente. El crítico gira en un círculo vicioso que compara, de una manera peyorativa, las producciones contemporáneas con las películas de Bergman o De Sica. No todas las cintas de los grandes directores del cine clásico son obras maestras; de Victorio de Sica se destaca Ladrón de bicicletas; de Truffaut, Los cuatrocientos golpes. La mirada se debe soltar del pasado para poder descubrir la evolución del cine; las formas narrativas no son las mismas y ahora hay más recursos técnicos para filmar; la actuación es diferente de la que existía, por ejemplo, de los años setenta hacia atrás; compárese a Sofía Loren con Angelina Jolie.

Creer que todo ya se hizo es otro de los vicios que se leen a menudo. El cine evoluciona con la realidad, y no solo con la tecnología. Está bien que matar es lo mismo en la prehistoria que en el siglo XXI, pero los instrumentos con los se comete el crimen cambian, lo mismo que las razones, y esto se puede mirar en el cine, desde las películas sobre las batallas en el Imperio Romano hasta el sicópata que entra a una universidad y masacra a sus compañeros de clase. Solamente con analizar el tema de la muerte en el cine se daría cuenta que siempre habrá una historia nueva y una manera diferente de contarla, y esto no lo dictan los cánones de la cinematografía, que explican cómo rodar cada plano, sino la composición de la cambiante realidad.

El encasillamiento de la película en los géneros cinematográficos es peligrosa porque se pierde la riqueza que sorprende; se tiene la tendencia a descubrir las características de un género; la crítica se reduce a una enumeración repetitiva y se pasa por alto hasta los aportes que la misma cinta le está haciendo al género. Conocer los géneros no basta para ser un buen crítico; hay que estudiarlos, pero de una manera dinámica, abierta, que permita enriquecerlos a medida que aparezcan nuevas películas. Esto también es válido para los directores, aquellos que se esfuerzan por aplicar las características de un género a una historia; la misma historia debería desarrollar estas y sumarle otras.

No todo el cine llamado independiente es bueno, ni una película es excelente porque es presentada en un centro cultural o en una sala llamada de cine-arte; ni un crítico es un erudito porque solo se dedica a elaborar juicios sobre este tipo de producciones. En el cine independiente se advierten muchas deficiencias que son pasadas por alto: guiones pésimamente construidos, fotografía descuidada, actuaciones estereotipadas. Una excelente película es aquella que, en armonía, construye un mundo complejo y coherente, no solo desde el punto de vista de la historia, sino de la trama y de la producción en general; con una buena fotografía, una acertada actuación y una música que acompañe y resalte las emociones.

El buen crítico va más allá de sí mismo, se olvida de sus prejuicios y se concentra en el análisis de la película; es decir, toma una distancia prudencial para sentarse en la computadora a reflexionar. La crítica aporta a la evolución del cine porque exige que las producciones sean cada vez mejores; las referencias a otras películas y a los géneros deberían servir para enriquecer, no para encasillar. El cine colombiano está en construcción, se está madurando; una crítica limpia y sincera jalonaría, evitaría que la producción nacional se estanque repitiendo los mismo errores para escuchar las alabanzas de siempre; las palmaditas en el hombro porque fulano, que hizo esta película tan mala, de pronto se enoja conmigo. Es necesario aprender a criticar con argumentos demostrables y sólidos, pero, también, los directores deben saber asimilar las críticas, no como una ofensa personal, sino como un regalo que se recibe de alguien que se interesó por la obra nuestra.



NELSON RENDÓN GARRO. Licenciado en Español y Literatura y Magíster en Literatura Colombiana, de la Universidad de Antioquia. Ha sido profesor en el Politécnico Colombiano “Jaime Isaza Cadavid”. Publicaciones: El acontecer de los arrieros, Los de siempre, El relevo, Soñaba ser como Aristi, Un relámpago de viento, La promesa y El último traveling.