LOS VICIOS
DE LA CRÍTICA CINEMATOGRÁFICA
Autor:
NELSON RENDÓN GARRO
El objeto
de la crítica cinematográfica es la película, y debería serlo en su forma más
pura, sin la intromisión de otros factores como el crítico, el director, la
publicidad y los regionalismos. La crítica es un juicio limpio que abarca los
diferentes aspectos de la película, pero sin el ánimo de agradar o quedar bien;
de la anécdota o historia se avanza para profundizar en la trama, la dirección,
la fotografía, la música y la actuación.
En la
crítica existen muchos vicios; uno muy recurrente es la simpatía por algunos
directores y el rechazo que se expresa hacia otros; hay quienes se especializan
en alabar a aquel director que está más cercano, con quien comparten a menudo o
se encuentran en los festivales. Su juicio consiste en destacar lo bueno y
convertir lo malo en virtud; si la película no tiene una trama bien lograda fue
porque el director quiso elaborar una obra más natural; no pretendía que su
película se fuera a ver como un clásico del cine. El crítico se dedica a
justificar todos los horrores y se olvida de analizar, de una manera objetiva,
lo que está viendo frente a la pantalla. En esta relación del crítico con el
director también se observa el regionalismo; algunas veces se produce un
enfrentamiento entre los críticos y los directores porque los primeros
averiguan la procedencia del segundo para acomodar su juicio de tal manera que
destruya o desmoralice.
El otro
vicio, emparentado con el anterior, es dejarse llevar por la publicidad o
quedar bien con los periódicos y las revistas, y los distribuidores. El escrito
semanal insiste en sobredimensionar recursos como el uso de la tecnología
digital en los efectos especiales; la gente asiste a la sala para ver esa
ciudad que es destruida en diez segundos o al personaje que se convierte en
máquina para luchar contra un enemigo extraterrestre. La mirada del espectador,
que en el cine es múltiple, se reduce a seguir las indicaciones plasmadas por
el experto en un periódico.
Hay
críticos que entran a una sala de cine para ver un estreno colombiano y la
pregunta que llevan escrita en la frente es: ¿Por qué esta película es mala?
Durante las dos horas se dedican a tomar nota de los errores que cometió el
director, de las malas actuaciones, de las fallas en la narración; se olvidan
por completo de aquellos aspectos que se destacan; al final de su crítica, para
mostrarse un poco indulgentes, argumentan que esta película se salva por la
música o por la actuación de un niño. Cuando este mismo crítico ingresa a una
sala para ver una película extranjera se pregunta: ¿Por qué esta película es
buena? Y se esfuerza por hallar las virtudes, sin importarle las fallas en la
fotografía o la dirección; su crítica hace creer al espectador que está frente
a una obra perfecta. Esto se percibe también en la crítica literaria y en las
prácticas políticas; hace parte de una mentalidad pobre, cuya cantaleta es la
misma: todo lo de afuera es mejor y lo hecho en casa no sirve para nada.
Se debe
entender que el cine colombiano carece de suficientes escuelas para la
formación; por esto y la falta de presupuesto, hasta hace unos años, tampoco ha
existido una tradición que garantice una gran cantidad de producciones de
calidad; todavía se nota la inexperiencia de algunos directores para tratar
aspectos tan importantes como la actuación y la narración cinematográfica. A la
vez, se evidencia un afán por agradar a un público, por aumentar el número de
espectadores que asiste a una sala para ver el cine nacional, y esto desvía la
atención de la historia; primero hay que preocuparse por producir buenas
películas para que estas sean las que motiven al público.
Muchas
veces el crítico se aleja de su oficio para entrometerse en los trabajos de quien
rueda la película; se cree director y empieza a divagar sobre cómo hubiese
diseñado él tal escena. Su escrito se reduce a las especulaciones propias de todos
los frustrados; siente envidia porque alguien ya creó lo que él habría podido
hacer mejor. Cuando se le dice que ruede una escena se sale con la disculpa de
que no es director, o ni siquiera se atreve a colocar la cámara en el lugar que
le parece conveniente. Cada que se tome la crítica desde una subjetividad, es
decir, desde el crítico, se entrará en terrenos que son propios del espectador
común, y que se ven cotidianamente en la calle y los estadios de futbol; el
hincha que está convencido que él hubiese marcado ese gol que acaba de malograr
el delantero en la cancha.
Una falsa
creencia muy extendida es pensar que para ser un buen crítico se debe mencionar
en todos los juicios el cine clásico; se argumenta que este fue el mejor y que
ya nadie hará nada sobresaliente. El crítico gira en un círculo vicioso que compara,
de una manera peyorativa, las producciones contemporáneas con las películas de
Bergman o De Sica. No todas las cintas de los grandes directores del cine
clásico son obras maestras; de Victorio de Sica se destaca Ladrón de
bicicletas; de Truffaut, Los cuatrocientos golpes. La mirada se debe soltar del
pasado para poder descubrir la evolución del cine; las formas narrativas no son
las mismas y ahora hay más recursos técnicos para filmar; la actuación es
diferente de la que existía, por ejemplo, de los años setenta hacia atrás;
compárese a Sofía Loren con Angelina Jolie.
Creer que
todo ya se hizo es otro de los vicios que se leen a menudo. El cine evoluciona con
la realidad, y no solo con la tecnología. Está bien que matar es lo mismo en la
prehistoria que en el siglo XXI, pero los instrumentos con los se comete el
crimen cambian, lo mismo que las razones, y esto se puede mirar en el cine,
desde las películas sobre las batallas en el Imperio Romano hasta el sicópata
que entra a una universidad y masacra a sus compañeros de clase. Solamente con
analizar el tema de la muerte en el cine se daría cuenta que siempre habrá una
historia nueva y una manera diferente de contarla, y esto no lo dictan los cánones
de la cinematografía, que explican cómo rodar cada plano, sino la composición
de la cambiante realidad.
El
encasillamiento de la película en los géneros cinematográficos es peligrosa
porque se pierde la riqueza que sorprende; se tiene la tendencia a descubrir
las características de un género; la crítica se reduce a una enumeración
repetitiva y se pasa por alto hasta los aportes que la misma cinta le está
haciendo al género. Conocer los géneros no basta para ser un buen crítico; hay
que estudiarlos, pero de una manera dinámica, abierta, que permita
enriquecerlos a medida que aparezcan nuevas películas. Esto también es válido
para los directores, aquellos que se esfuerzan por aplicar las características
de un género a una historia; la misma historia debería desarrollar estas y
sumarle otras.
No todo el
cine llamado independiente es bueno, ni una película es excelente porque es
presentada en un centro cultural o en una sala llamada de cine-arte; ni un
crítico es un erudito porque solo se dedica a elaborar juicios sobre este tipo
de producciones. En el cine independiente se advierten muchas deficiencias que
son pasadas por alto: guiones pésimamente construidos, fotografía descuidada,
actuaciones estereotipadas. Una excelente película es aquella que, en armonía,
construye un mundo complejo y coherente, no solo desde el punto de vista de la
historia, sino de la trama y de la producción en general; con una buena fotografía,
una acertada actuación y una música que acompañe y resalte las emociones.
El buen
crítico va más allá de sí mismo, se olvida de sus prejuicios y se concentra en
el análisis de la película; es decir, toma una distancia prudencial para sentarse
en la computadora a reflexionar. La crítica aporta a la evolución del cine
porque exige que las producciones sean cada vez mejores; las referencias a
otras películas y a los géneros deberían servir para enriquecer, no para
encasillar. El cine colombiano está en construcción, se está madurando; una
crítica limpia y sincera jalonaría, evitaría que la producción nacional se
estanque repitiendo los mismo errores para escuchar las alabanzas de siempre;
las palmaditas en el hombro porque fulano, que hizo esta película tan mala, de
pronto se enoja conmigo. Es necesario aprender a criticar con argumentos
demostrables y sólidos, pero, también, los directores deben saber asimilar las
críticas, no como una ofensa personal, sino como un regalo que se recibe de
alguien que se interesó por la obra nuestra.
NELSON
RENDÓN GARRO. Licenciado en Español y Literatura y Magíster en Literatura
Colombiana, de la Universidad de Antioquia. Ha sido profesor en el Politécnico
Colombiano “Jaime Isaza Cadavid”. Publicaciones: El acontecer de los arrieros,
Los de siempre, El relevo, Soñaba ser como Aristi, Un relámpago de viento, La
promesa y El último traveling.