viernes, 20 de febrero de 2015

CINE COLOMBIANO: lo local, lo universal y lo global


 

 

 

 

EL CINE COLOMBIANO

LO LOCAL, LO UNIVERSAL Y LO GLOBAL

 

Autor: NELSON RENDÓN GARRO

marioelerrante@gmail.com

El cine colombiano se devana los sesos en un mar de incertidumbres; no sabe hacia dónde dirigir la mirada para producir películas que se vendan. Si sigue pensando en historias locales, que reflejen la idiosincrasia del colombiano, sus proyecciones tendrán poca afluencia de público y solamente se exhibirán dentro del país o estas películas serán invitadas a los festivales secundarios de cine, en los que ganarán premios de consolación porque los colombianos son muy violentos. Para avanzar de lo local hacia lo universal al cine nacional le falta capacitarse más en la trama y los personajes; en la trama hay que estudiar la dramaturgia y en cuanto a los personajes es necesario profundizar en el conocimiento del ser humano y su complejidad. Las limitaciones que presentan los guionistas a la hora de escribir los guiones se podrían superar si tuvieran el hábito de leer las grandes obras de la literatura universal, principalmente, la tragedia y la comedia. En cuanto a lo global está la carencia de un producto que sea atractivo para las poderosas distribuidoras que comercializan el cine; este producto debe satisfacer las exigencias de un mercado que ha estandarizado los temas del cine. Hay que empezar por definir y explicar, entonces, qué es lo local, lo universal y lo global con el fin de hacer un aporte reflexivo que ilumine el oscurantismo de los creadores de cine.

 

LO LOCAL

Lo local, entendido como lo propio de un territorio, sirve para fundar la historia en un entorno específico, pero esta fundación es solamente la base de un buen guion. Lo local particulariza la historia, la diferencia de otras que tratan el mismo tema. El amor es un sentimiento universal, pero se vuelve único cuando se le ubica en un entorno; ya es una historia de amor que pertenece a tal pueblo o a tal ciudad. La historia de Romeo y Julieta en Verona es diferente, por ejemplo, de la historia de Efraín y María en el Valle del Cauca. Los espacios tienen características específicas, no solo en lo arquitectónico, sino en las costumbres y la cotidianidad de los habitantes. Lo local va más allá del espacio; también está lo que sucede, las historias particulares de unos personajes que pertenecen a determinado lugar. Es local la bandeja paisa en Antioquia, pero  se universaliza en la acción de un personaje que invita a su novia a degustarla. A este encuentro se le podría agregar un conflicto de celos que ellos intentan resolver mientras cenan en el restaurante. El guionista funda la historia en un espacio cultural que es complejo, pero la historia se universaliza gracias a los temas que son expresados mediante las emociones y las acciones de los personajes.

Hay películas en las que lo local es determinante. Cuando a alguien se le pregunta de qué trata La vendedoras de rosas (Víctor Gaviria, Colombia, 1998), la respuesta es simple: sobre los niños de la calle. Aquí se está entrando directamente a un entorno; las calles se caracterizan por ser el hábitat de los niños, pero no el lugar más adecuado por el peligro de la drogadicción, la delincuencia y los criminales. El entorno no está intervenido, en el sentido de que haya sido construido para la película, sino que fue elegido porque a este pertenecen los personajes. Lo local produce los conflictos entre los niños de la calle; el entorno de estos barrios dice, por ejemplo, que cualquier problema, por insignificante que sea, puede desencadenar una muerte violenta, muerte que se universaliza en la condición humana; todos estamos destinados a morir. Lo local va unido a una trama que le pertenece; en un mundo desintegrado por la droga y la delincuencia, los personajes viven sus historias de amor, muerte y celebración de la Navidad.

La cara oculta (Andi Baiz, Colombia, 2012) es una película cuyo entorno geográfico no es determinante para la historia; la trama se vale de panorámicas como referentes para indicar el espacio de la historia. Aparecen dos ciudades: Barcelona y Bogotá, que podría ser, sin violentar la historia, Madrid y Santiago de Chile o París y Lima. Hasta sería posible invertir la procedencia para hacer que un director de música viajara de Lima a París, y la historia no sufriría alteraciones sustanciales. Bastaría con cambiarle el nombre al teatro donde sucede el concierto y especificar los nombres de las ciudades en los diálogos y registrar las panorámicas correspondientes. La casa de campo sería la misma en las afueras de cualquiera de estas ciudades; únicamente tendría que contar con la habitación oculta que es el único espacio específico y determinante para la historia. La trama está centrada en el triángulo amoroso de los personajes y su eje principal es la habitación oculta. En ningún momento esta película detiene la acción para mostrar características culturales de un espacio geográfico, como el ajiaco bogotano.

Lo local también puede ser transformado por la acción, como sucede en La sombra del caminante (Ciro Alfonso Guerra, Colombia, 2004); un personaje transporta a los transeúntes en una silleta, actividad esta propia de los entornos rurales, a la vez que hace parte de otro tiempo, el de los siglos XVIII y XIX, para no ir más lejos, cuando existían silleteros humanos, gente de gran fortaleza física que cargaba a los exploradores por los difíciles caminos de la geografía nacional. El colocar la silleta en un espacio urbano (calles de Bogotá) es ya un elemento que llama la atención porque rompe con la cotidianidad de una ciudad donde los habitantes utilizan el bus urbano o el vehículo particular. El oficio del silletero está fuera de su entorno natural; esta es una elección que entra a aportar a la historia; dice de la procedencia de los personajes; ellos no son urbanos, sino rurales. Están aquí, en la ciudad, porque se tuvieron que desplazar.

En Lo azul del cielo (Juan Alfredo Uribe, Colombia, 2013), lo local no es el territorio como escenario, sino la forma en que se resuelven los conflictos dentro de un entorno; los secuestradores se pelean por el dinero y acaban matándose. Este es un conflicto local que se repite constantemente en la relación entre bandas de delincuentes. Lo local no se puede reducir al territorio como lugar donde sucede la historia; cada cultura posee unas características y de estas nacen los conflictos que se vuelven locales o universales, según el tratamiento que les dé el guionista.

La elección del entorno para escribir una historia de cine es ya un paso importante; no obedece a un capricho del guionista. La pregunta, ¿dónde transcurre la historia?, exige una respuesta concreta y hace parte de un todo, de los personajes, la trama y el tiempo. Una película se estanca en lo local cuando no trasciende, no avanza en la búsqueda de una trama que recree los temas universales del ser humano. En el cine de ficción no se trata de mostrar un lugar, sino de contar una historia dentro de este.

 

LO UNIVERSAL

El secuestro es el detonante en Lo azul del cielo; el hombre retenido muere y la historia se abre en dos vertientes: el secuestrador enamora a la hija del secuestrado y los mismos secuestradores entran en conflicto por el dinero. La primera vertiente se desarrolla en un solo sentido; el secuestrador estudia música para conquistar a la muchacha, pero esta continúa siendo un personaje pasivo que solamente tiene la posibilidad de aceptar o rechazar, pero sin ninguna fuerza emotiva (dramática) que se interponga en su decisión. Aquí se podría suponer que ella se diera cuenta quién es su pretendiente; se abriría el conflicto del amor al padre contra el amor al novio; la muchacha tendría que escoger entre estos dos. Ella, por ejemplo, optaría por vengar a su padre; entonces enfrentaría a su novio y a los demás secuestradores para matarlos. O también podría hablar con la policía y, de una manera protagónica, trazar un plan para apresar a los secuestradores de su padre. El desarrollo de este segundo conflicto, el de la novia, le habría dado mayor trascendencia a la historia, ya que el espectador habría entrado a identificarse de una manera activa con este personaje; él esperaría que ella tomara una dura y crucial decisión frente a su novio. Pero, ¿por qué el guionista no entró a desarrollar la historia de este modo? Por lo que se percibe en la película, él partió de cómo son los conflictos en el entorno y cómo se resuelven dentro de este; no se salió a buscar otras opciones en los manuales de guiones que enumeran las fórmulas mágicas para que una historia se venda. La trama de Lo azul del cielo permaneció en lo local; no avanzó hacia una universalidad del conflicto de las diferentes formas de amar; no enfrentó el amor paterno con el amor al novio. Tampoco entró en los temas globales como la venganza, lo que le habría dado un lugar en un público que ya está creado para este tipo historias.

Lo local se vuelve universal si existe una trama poderosa que desarrolle un conflicto entre las pasiones humanas. El espectador recordará ese pueblo porque allí sucedió algo grave, algo que le puso los pelos de punta. Lo local por sí solo no trasciende; una habitación vacía es eso, pero si en esta el marido mata a la esposa, ya hay un hecho de sangre que la hace memorable. ¿Qué sucede en tal entorno? Es la pregunta que eleva a este por encima de sus costumbres; siempre hay un hecho que rompe la cotidianidad, la vida apacible de un pueblo, como en Cóndores no entierran todos los días (Francisco Norden, Colombia, 1984). El hecho macro ocurrió en la capital (Gaitán fue asesinado), pero este produjo la manifestación en el pueblo y León María Lozano, mediante el uso de la fuerza, logró dispersarla. León María Lozano es el héroe que representa a todos los héroes nacionales. Las víctimas de este personaje, que pertenecen al pueblo, representan las víctimas del conflicto a nivel nacional. La violencia en Colombia es un conflicto local, pero se universaliza porque la violencia es propia de los humanos.

La universalidad en el cine va más allá de volver universal lo local; es necesario particularizar un personaje que exprese sentimientos como el amor, la tristeza, el odio y la venganza, temas recurrentes que crean conflictos. La venganza es el tema en Crónica de una muerte anunciada (Francesco Rossi, Colombia, 1987) y Tiempo de morir (Jorge Alí Triana, Colombia, 1985); en la primera película se recrea la venganza por el honor perdido; los hermanos Vicario deberán vengar el honor mancillado de Ángela, su hermana; ellos matan a Santiago Nasar. En la segunda, un personaje (Julián) está obligado a vengar la muerte de su padre y para esto tendrá que matar a Juan Sáyalo. El tema de la venganza es lo que hace interesante los dos pueblos donde transcurren ambas historias.

El personaje es el componente más universal del cine; de este brotan las pasiones que lo van a identificar con el espectador. Tanto en el personaje como en el espectador confluyen sentimientos de amor, odio, venganza, tristeza, miedo. Estos sentimientos son expresados mediante las acciones y las emociones. Las acciones pueden surgir de la fuerza física o de los sentimientos. Las acciones físicas se refieren a las películas épicas de los grandes héroes y gladiadores que se enfrentan en la arena para saber quién es el más fuerte. El sentimiento se desarrolla en otro tipo de películas cuya acción penetra en las pasiones humanas; las acciones nacen de lo que sienten los personajes. En la adaptación de la novela María, de Jorge Isaac, es el amor entre Efraín y María y la muerte irremediable de esta lo que conmueve al espectador. La acción no puede ser gratuita; tiene que existir una fuerza adentro que la haga reventar afuera, y esta es el sentimiento de venganza, de odio, de amor, y esto es válido también para las películas épicas; el gladiador ama a su pueblo y por esto debe salvarlo del tirano y acepta el duelo en la arena. Ninguna acción debería ser superficial, gratuita, en el sentido de que no tenga un sentimiento universal para asirse.

Para llegar a la universalidad es necesario que el personaje se construya de una manera dramática que, no solamente muestre una acción nacida de un sentimiento, sino que está sea producto de unos pensamientos que hagan que el personaje rompa con sus sentimientos para resolver los conflictos. Las convicciones del personaje son otro elemento que cabe dentro de lo universal y responde a la pregunta de la causa (por qué). Un personaje bien construido da cuenta de unas convicciones fuertes y de unos sentimientos sublimes. La convicción del protagonista en El tiple (Iván Gaona, Colombia, 2013) dice que primero está la vida que todo lo demás; y esta convicción entra en conflicto con un sentimiento de apego: deberá desprenderse de su instrumento más preciado: el tiple. Cualquier espectador del mundo se identifica con este personaje; ¿quién no tiene un objeto que ama por encima de todo?; puede ser una joya, un juguete, un instrumento musical, un libro. La relación del personaje de El tiple con su objeto se universaliza en el sentimiento que avanza hacia el otro, el espectador, quien, a su pesar, entra a aceptar la venta del tiple, solidarizándose con el protagonista, pero luego se alegra porque este logra recuperar su instrumento. He aquí una trama sencilla, pero profunda porque presenta temas que pueden entrar en conflicto como la vida y la muerte, el amor y el objeto, el esposo y la esposa. El personaje desnudo no es universal; es necesario colocarle un ropaje humano; de lo contrario, se convertirá en una marioneta que no va a permanecer en el recuerdo del espectador. Universalizar una película es colocarla al mismo nivel del ser humano; de ahí que la construcción del personaje sea fundamental.

Las películas establecen una universalidad que les es propia. Cada película se destaca por uno o varios universales. La universalidad saca a la película de lo local y la lleva a otros espacios; ya no es una producción nacional sino internacional; el público de cualquier lugar del mundo encontrara elementos de identificación más allá del exotismo que produce un paisaje lejano. Los universales del amor y el odio luchan encarnizadamente; el espectador deberá tomar partido por uno de los dos personajes y esto dependerá de la cultura. El amor de una mujer por salvar a su hijo y el odio de un padre porque este le asesinó a su hija y deberá matarlo. He aquí dos universales (el amor y el odio) para construir una trama bien sólida.

Que un tema sea universal o no también está determinado por el tiempo en que existe. Los grandes  temas como el honor y la venganza son vistos de diferentes maneras, dependiendo de la época. La venganza por el honor mancillado en Crónica de una muerte anunciada pertenece a una época en la que la virginidad era un tesoro guardado para la noche de bodas. Hoy, en el siglo XXI, este tema ya está superado y la virginidad se mira como la primera vez que se está con un hombre, pero ya no se relaciona con el honor ni el matrimonio. El tiempo de la violencia pertenece a todas las épocas de la humanidad; la prehistoria, los griegos, los romanos, la Edad Media, La primera guerra mundial, La segunda guerra mundial, las guerras en el Oriente Medio. En Confesión a Laura (Jaime Osorio, Colombia, 1991), la violencia se particulariza en el detonante de la llamada violencia política en Colombia; Gaitán es asesinado en el afuera y los personajes de esta historia están obligados a permanecer dentro de sus casas hasta el día siguiente. Lo local, los espacios, se universalizan al establecer un adentro y un afuera, un adentro de protección y un afuera de peligro. Estos dos espacios se podrían rastrear desde la misma prehistoria del hombre, cuando este se protegía en cavernas, no solo del invierno y las fieras, sino del hombre mismo.

El tiempo como medida es lineal para el ser humano; este nace, se desarrolla y muere. Así también es visto el tiempo de las historias en la Poética, de Aristóteles: introducción, desarrollo y desenlace. Esta manera de percibir el tiempo se ha vuelto universal en el cine. Existen manuales que lo explican y hasta establecen cuántos minutos dura la introducción (30), el desarrollo (60) y el desenlace (30). La película puede jugar con el tiempo; empezar por el final y transitar el camino inverso hasta el principio, pero el espectador, a la hora de contar la película, tratará de ordenarla en el tiempo lineal de la historia. Crónica de una muerte anunciada juega con el tiempo; del presente va al pasado para recuperarlo en la imagen; Santiago muere en el inicio, cuando la gente del pueblo corre por las calles, pero la historia se devuelve para seguir desarrollándose hasta un final en el que se ve el acuchillamiento de los hermanos Vicario contra el cuerpo indefenso de Santiago.

El tiempo sirve a lo local para especificarlo; basta mirar una vivienda del siglo XIX en Medellín y compararla con un apartamento en el siglo XXI, en la misma ciudad. La arquitectura y los objetos que contienen las hacen diferente. El tiempo avanza de lo local a lo universal cuando muestra el tratamiento de un mismo tema en diferentes épocas; hace treinta años no existía el celular, pero ahora es posible verlo encima de la cama en la escena de un crimen. La utilización de armas en la guerra particulariza cada época, pero la guerra ha sido una constante en la historia de la humanidad; es una acción que se universaliza y afecta a toda la especie, y es el tema que más espectadores convoca en el cine.

 

LO GLOBAL

Lo local y lo universal avanzan hacia lo global, un término que se relaciona directamente con el mercado. Lo local se vuelve exótico para el resto de espectadores del mundo en las películas que suceden en paisajes muy específicos, como el desierto de la Guajira, en Los viajes del viento (Ciro Guerra, Colombia, 2009) o la laguna de La Cocha, en la Sirga (William Vega, Colombia, 2013). El espectador no solamente asiste a una historia, sino a un paisaje desértico, en la primera película, o de clima frío, en la segunda. Lo local se describe, pero inserto en la trama, de tal manera que este no se malogre sino que contribuya a la narración de la historia.

En el cine hay ciudades que se vuelven globales como Manhattan y New York; infinidad de películas se han filmado en estas dos metropolis. Basta mirar el inicio de múltiples películas de acción; siempre en la panorámica de los créditos se destaca el puente que las une. El espectador ya está familiarizado con el puente, la Quinta Avenida y los negocios de comidas rápidas, más las comisarías con los policías que se afanan por hallar la verdad. En el cine colombiano todavía no hay una ciudad que se destaque por encima de las otras; se ha ido del campo a la ciudad, y viceversa, pero no se puede decir, por ejemplo, que Medellín, Cali y Bogotá sean reconocidas cinematográficamente. El cine colombiano está en construcción; no existen suficientes películas sobre una misma ciudad, ni las pocas que son producidas se han difundido masivamente para decir que esta es la ciudad de Carlos Moreno (Cali) o de Víctor Gaviria (Medellín), como sí podría afirmarse de New York (la ciudad de Scorsese y de tantos otros directores). La ciudad, para ser global, cinematográficamente, debe tener un reconocimiento de los espectadores, tanto a nivel nacional como internacional, y deberá mostrar sus símbolos específicos; el edificio Coltejer en Medellín o el Arco del triunfo en París.

Los grandes temas universales se globalizan gracias a la recurrencia, en varias décadas, y al marketing en estos tiempos de la publicidad. El amor todo lo puede; la búsqueda de la verdad, aun por encima de la ley; el héroe que vence al mal; el miedo que produce el victimario y el valor de la víctima para defenderse o huir; alguien persigue a alguien; la lucha por la patria o por la humanidad; el odio contra el amor; la venganza por el honor o por la muerte de un ser querido. Todos estos temas ya tienen un mercado asegurado; el cine, a través del tiempo, se ha encargado de globalizarlos para un público masivo. En Colombia, las películas todavía no abordan los grandes temas del cine global; esto hace que carezcan de un público masivo, aquel que está formado dentro de unos lineamientos trazados por el marketing. Ya las producciones nacionales no presentan problemas técnicos de sonido y fotografía, pero en cuanto a la trama no han trascendido lo local, las películas permanecen estancadas en una idiosincrasia que no cautiva a nadie porque es simplemente la repetición de una realidad que también se ve en la televisión (compárese en cine de Dago García con el programa de humor, Sábados Felices).

La búsqueda de la verdad por encima de todo, incluso de la ley, es una constante en las películas del cine comercial. La verdad se relaciona directamente con la autoridad y el poder; los tres forman una fuerza invencible para luchar contra el malo. El cine policial investiga lo que verdaderamente ocurrió; al final, el malo será castigado o eliminado. El bien y el mal también van de la mano con la verdad; los buenos se ubican en la verdad y los malos en la mentira. La verdad no reside en la veracidad de los hechos, sino en el poder y la autoridad; el poder del protagonista y de la justicia contra el poder del malo que actúa por fuera de la ley,

El tema del héroe atraviesa la historia de la humanidad, desde aquel Aquiles que luchaba contra los troyanos hasta los grandes héroes que el cine ha creado. León María Lozano, en Cóndores no entierran todos los días, es un héroe que permanece en la sombra, pero sus mandatos están influyendo en la vida del pueblo y del campo. Mónica, en La vendedora de rosas, es la heroína trágica, la que perece a manos del Zarco. La mayoría del cine comercial destaca, de entre los personajes, uno solo, aquel que es el protagonista de la película; este tiene la faculta de resolver el conflicto y de permanecer hasta el final. El héroe cuenta con características que lo hacen único: está la fuerza física, la inteligencia, el honor, la honestidad, la verdad, etc. El héroe lucha desde lo que es para lograr un objetivo; casi nunca pierde; son contadas las películas en las que sale derrotado. Claro que existen aquellas con un final abierto, lo que da lugar a una segunda y tercera parte.

La identificación del héroe con el espectador parte de una cultura individualista; es uno solo el que salva a la humanidad del malvado. En casi todas las películas existe un héroe cuyas acciones son las que guían toda la trama. El héroe es global en el sentido de que pertenece a las grandes producciones del cine. Piénsese en los superhéroes, hombres con poderes sobrenaturales que luchan por la verdad o por salvar a la humanidad, y que tuvieron su origen en los comics, como Batman. En esta era del marketing, las productoras están reciclando los héroes de siempre, pero con el atractivo de los efectos digitales, recurso que da la posibilidad de crear sin límites.

La difusión de las películas es otro elemento que aporta a la globalización del cine comercial. Grandes producciones son anunciadas por todos los medios de comunicación. Estrenos masivos a nivel mundial y por diferentes medios atrapan al espectador, no solamente en la sala de cine, sino en su propia casa. El internet es un vehículo que transporta las películas a la intimidad de una computadora. Ya las salas de cine son un medio más para presenciar una película; hay que sumarles la televisión y el internet. El cine ha entrado a la era del mercado, es un producto que tiene su lugar en el centro comercial; allí se encuentran varias salas para que los espectadores, que van a comprar, también tengan la oportunidad de distraerse con el estreno de turno.

Los géneros cinematográficos caben dentro de lo global; cada uno de estos ha logrado trascender las fronteras de lo local para convertirse en productos globales. En el cine colombiano ha habido varios intentos de llegar a lo global, uno de estos es La cara oculta, película que se puede inscribir dentro del género de terror. En el primer acto se intenta mezclarle los ingredientes de las películas de miedo, pero a partir del segundo la misma película desarrolla sus propios códigos y la trama se torna interesante para el espectador. Escribir historias de género no es fácil, no basta con estudiar las características de, por ejemplo, el cine negro; es necesario encontrar una historia que permita explorar los rasgos propios de un género y, a la vez, que sirva para descubrir y aportar otros nuevos que enriquezcan y hagan que el género evolucione.

Los géneros han tenido sus épocas dentro de la historia del cine universal; se habla del género negro, del musical, de terror, el western, etc. En el cine colombiano se podría mencionar el género del narcotráfico, pero este se ha dedicado a copiar los mismos clichés de las películas policiales; aparecen las mismas persecuciones que se ven en las películas norteamericanas, pero no se ha penetrado más allá de la acción desnuda, no se ha llegado a estudiar características específicas que guíen la acción de una manera particular, de tal manera que el género del narcotráfico se diferencie, por ejemplo, del cine policial. Las películas del narcotráfico en Colombia, en el afán de convertirse en comerciales, han descuidado las tramas dramáticas; no basta con partir a otro con una motosierra; hay que crear toda una dramática para que esa muerte que se produce, de forma violenta, penetre en el sentimiento del espectador, no como un efecto del momento, sino como algo grave que proviene de los antecedentes de los personajes. En otras palabras, es necesario dramatizar y contextualizar la violencia para que no aparezca en el aire, para que no se convierta en las mismas películas que se ven a diario en las series de la televisión colombiana y del cine internacional.

En la era del marketing es posible convertir todo en un producto; sin embargo, este tiene que reunir unas condiciones de calidad para que sea atractivo y cautive al espectador y a los distribuidores. Los manuales de guion están hechos a la medida de un mercado ya establecido; el público masivo del cine ha sido creado por una serie de fórmulas y las películas que no se encasillen dentro de estos parámetros, seguramente no tendrán una buena taquilla. La cara oculta es una película que prescinde de lo local, como espacio donde sucede la historia, para centrarse en una trama universal y global: el triángulo amoroso. Desde esta estrategia rompe con la producción cinematográfica nacional, en las que lo local está por encima de la trama, y busca un mercado fuera de las fronteras de Colombia. El dilema está en si hacer cine para nosotros mismos o producir películas que se vendan en cualquier parte del mundo. Una película pensada para un público nacional no es rentable, por los altos costos; es necesario trazar una estrategia que permita hacer cine global; de lo contrario el cine nacional dependerá siempre de las ayudas estatales.

NELSON DE JESÚS RENDÓN GARRO. Nació en Colombia, en el municipio de Ciudad Bolívar, Antioquia, en 1960. Ha sido docente universitario en el Politécnico Colombiano “Jaime Isaza Cadavid”. Es Licenciado en Educación: Español y Literatura, y Magister en Literatura Colombiana, de la Universidad de Antioquia. Publicaciones: El acontecer de los arrieros, Los de siempre, El relevo, El último travelling, La promesa, Soñaba ser como Aristi y Un relámpago de viento.