TRAVESÍA
De ALEXANDER GONZÁLEZ TASCÓN
LA SABIDURÍA DEL OFICIO
Autor: NELSON RENDÓN GARRO*
El documental
es un género aparentemente amplio, que brinda infinitas posibilidades de
realización. Esto lleva a que muchas veces los documentalistas se relajen y
tomen el camino del facilismo que consiste en dejarle a la cámara la
responsabilidad de contar, algo que esta no sabe hacer porque únicamente se
dedica a registrar la mirada de alguien que está detrás. Si a la cámara se le
abandona, la mirada desaparece y la realidad se ve como lo que es, un caos que
no tiene principio ni fin, ni avanza en busca de algo. Colocar la cámara en
cualquier lugar, como una simple espectadora, produce imágenes mudas, que no
hablan. El documentalista echa mano del contenido, esa parte de la obra que no
significa nada, si no cuenta con el ropaje de la forma, para llenar un formato
de cincuenta o noventa minutos.
Hay
documentales de contenido y documentales de forma, pero existe un tercer tipo
que integra a los dos anteriores en la narración de una realidad. El documental
va más allá de un simple registro; su contenido está sujeto a una mirada que se
ingenia una forma para narrar y describir partiendo de una intención. Desde la
primera infancia ya el niño está apropiándose de un punto de vista y este
evoluciona gracias a nuevas experiencias y mucho estudio. El documentalista es
un estudioso de su arte de ver la realidad; analiza los diferentes documentales
para acercarse a su mundo con una mirada amplia que le permita descubrir la
complejidad de lo específico; puede ser una comunidad ancestral del Amazonas o
los habitantes del barrio París, en Medellín. La mirada o punto de vista es una
postura que no debería asumirse como intervención de la realidad, sino como
manera de ver, de encontrar un hilo narrativo que cuente sin las impurezas de
las ideologías impuestas. Una mirada limpia revela, igualmente, un punto de
vista único, un estilo de narrar.
Travesía, de Alexander González Tascón, pertenece al tercer tipo de
documental. El grupo de hacheros que se interna en la selva para cortar madera.
El metal y la madera en el hacha que el hombre de raza negra empuña para
derribar los árboles viene de un pasado remoto de la humanidad; la edad de la
madera y la edad del hierro, las que se juntan con la era del celular, la
tecnología digital, para que los cortadores se comuniquen desde la selva con la
ciudad. Hasta aquí no ha sucedido nada, pero si las imágenes construyen una
poética con los árboles que se divisan en el firmamento, se balancean y caen a
la tierra, entonces la mirada del espectador encontrará una postal que lo
cautive. La edición de las imágenes no solamente tiene en cuenta la linealidad,
sino la poética que se pueda crear con estas. Los contraluces, los paisajes de
atardeceres, la inmensidad de la selva y del río, se conjugan con el oficio de
los hombres y el de la mujer; ella se ocupa de preparar el alimento en la
balsa.
La narración de
este documental, porque es narración y no un simple registro de la realidad, se
vale de dos recursos: el visual y el verbal; el primero se destaca por la
limpieza en el encuadre; son imágenes bien concebidas, pensadas por el realizador
que está detrás de la cámara, para describir el esfuerzo del cortador de madera
y los rostros que sudan por la ardua tarea. La edición de estas imágenes crea
una narración fluida y atrayente; se combinan los diferentes planos para dar la
sensación de una épica, la labor titánica del hombre en su lucha con la
naturaleza. El segundo recurso es el verbal; los mismos protagonistas cuentan
o, mejor, enseñan, de una manera didáctica, el trabajo de cortar y transportar la
madera por el río. El espectador aprende lo que la imagen no le puede mostrar,
los secretos del río con sus bancos de arena y sus zonas profundas para
maniobrar la balsa, ayudados por largos palos remeros que empujan apoyándose en
el lecho del río. Este discurso directo, que no es intervenido, da a conocer
también el lenguaje de los cortadores, pero sin caer en el barroquismo de los
argots. En ningún momento el espectador naufraga en la búsqueda del
entendimiento de lo que se dice; la sencillez de las palabras y las
indicaciones a la cámara sobre el recorrido que se está haciendo, llevan a
balseros y espectadores hasta su destino. El relato verbal no detiene la
narración visual; las dos se unen en el viaje por el río, en esa balsa
elemental que, en pleno siglo XXI, remonta la nostalgia a los primeros
navegantes. La balsa es el producto para ser vendido, pero también, un medio de
transporte que los regresará a Buenaventura.
El oficio de
los cortadores de madera da la posibilidad de un trabajo previo; se planea y
luego se procede a realizar; esto es una ventaja porque permite controlar
aspectos como la fotografía, el sonido y la narración. En Otros documentales,
de sucesos fortuitos, el documentalista está obligado a registrar lo que se
presenta en el momento para después editar las imágenes. Es el caso de
documentales sobre una guerra o una catástrofe natural. La misma realidad
contiene los recursos narrativos para ser contada, pero el documentalista los
debe descubrir, y lo hace desde su punto de vista. Travesía se vale de una narración lineal, cuya espera de la lluvia
no la interrumpe porque también pertenece al oficio, está inserta o hace parte
de la misma tarea. La mirada se detiene en los rostros que anhelan la llegada
de la lluvia; puede ser una espera de días, pero no hay otra posibilidad para
transportar la madera. Hombre y naturaleza están unidos, son uno solo, pero el
hombre tiene la facultad de entenderla. El hombre toma de la naturaleza y esta
le brinda, no solamente los árboles, sino la lluvia que llena los caños para
que empujen los árboles corriente abajo. El río aparece en su serena inmensidad
y ellos construyen la balsa con bejucos y varas.
La sabiduría,
esa que hace estirar el cuello a los académicos, no solamente existe en los
libros y las universidades, sino que está presente en el hombre y su relación
con el entorno, y no depende de una escritura; la misma oralidad va
transmitiendo el conocimiento para que permanezca y evolucione. Este es un
documental sobre la sabiduría del hombre dentro de un oficio específico que le
permite derivar su sustento. Los libros fijan la información, pero la verdadera
sabiduría se encuentra en el hombre y su hacer. Por esto se forman las
diferentes culturas; en otras regiones, los cortadores de madera se valen de
motosierras y de grandes máquinas para mover los troncos. En este documental,
únicamente se cuenta con el hacha, la lluvia, el río y el mar. Los cortadores
de madera han estudiado los ciclos de la lluvia y de los soles, y en su memoria
conservan el mapa del río para orientarse. La sabiduría es propia de cada
hombre, de cada comunidad, y, aunque está presente en la vida diaria, se
convierte en novedad para el espectador de una cultura diferente.
Dos caminos que
se pueden recorrer: el del facilismo y el de la rigurosidad. Para el primero no
se necesita llevar el equipaje del saber; bastará con que tenga disponibles una
cámara y un micrófono, y cargue consigo algo con qué entretenerse mientras la
cámara realiza su oficio. La rigurosidad implica mirar hacia adentro,
encontrarse con uno mismo, con la mirada de la experiencia, para leer y
entender, no desde los ojos, sino desde una postura personal que invite a
reflexionar y a trascender hacia la poética de la realidad; es decir, la
construcción de un discurso visual y verbal que muestre la belleza; de esta
manera, el espectador, no solamente se va a instruir, sino que disfrutará una
obra de arte.
Travesía es un documental que está destinado, por su concepción
rigurosa, a permanecer en el tiempo. Siempre que se estudie el documental en
Colombia, será un referente obligado. El documental, no solamente es un
producto, sino una lección para aprender en la academia. Lo clásico es lo que
sobrevive en el tiempo, y lo logra, desde una forma que envuelve al contenido y
lo hace atractivo, no lo deja perecer en la anécdota desnuda. En Travesía está presente el oficio de los
cortadores de madera, pero también se advierte el oficio riguroso del
documentalista. Qué bueno sería que este documental estuviera disponible en las
universidades que ofrecen carreras sobre el audiovisual, que se estudiara a
fondo y fuera un ejemplo de cómo se trabaja para mostrar la belleza de la sabiduría
humana.
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*NELSON RENDÓN
GARRO. Nació en Colombia, en 1960. Es Licenciado en Educación: Español y
Literatura, y Magíster en Literatura Colombiana, de la Universidad de
Antioquia. Ha sido finalista en cuatro concursos nacionales de cuento.
Publicaciones: El acontecer de los
arrieros, Los de siempre, El relevo, El último travelling, La promesa, Un
relámpago de viento, Soñaba ser como Aristi y La vuelta.