miércoles, 24 de julio de 2013

EL SER DEL PERSONAJE CINEMATOGRÁFICO


 

 

 

 

 

 

EL SER DEL PERSONAJE CINEMATOGRÁFICO

 

 

Autor: NELSON RENDÓN GARRO

nelson.rendonga@hotmail.com

En el teatro, el actor busca al personaje y lo construye  basado en un texto o en la realidad; lo va moldeando en los ensayos hasta tenerlo creado con sus movimientos, gestos y parlamento; primero realiza este trabajo solo o con sus compañeros de escena; luego hará la presentación frente a un público; tendrá la posibilidad de la acción-reacción para darse cuenta si su actuación fue buena o deficiente. En el cine no sucede lo mismo; este arte nace como registro, no como presentación; una cámara, situada en un punto cualquiera, filma lo que sucede; los actores no sienten la presencia de la mirada porque no se encuentran actuando ante un público.

En un principio, la gente que se veía en las pantallas de cine era común y corriente, estaba viviendo su propia vida, no representaba la de otros. Unos obreros, en Lumiere, salen de una fábrica, y estos son reales, así aparecen ante la cámara para perpetuarse; no se trata de actores sino de los mismos obreros de la fábrica. Luego irrumpen los actores que viven la historia de alguien, pero está actuación no puede romper con la realidad; los actores construyen cada escena como si fuera real, como si no estuvieran actuando ante alguien. La construcción teatral de los actores desaparece para darle paso a un personaje que va a expresar las emociones que le producen sus mismas acciones o las de otros con los que está interactuando.

En el teatro no importa que el actor sea un viejo, este también puede convertirse en un niño de siete años; cualquier actor representa a personajes de diversas edades, épocas y culturas. Ya hay un convenio entre espectador y actor: el primero cree que este viejo es un niño porque, mediante el maquillaje y el tono de la voz, ha logrado una apariencia física y psicológica. La verosimilitud en el teatro es diferente de la del cine; el espectador es consciente que este actor, de carne y hueso y perteneciente al siglo XX, está representando a Ricardo III, un rey que existió en el siglo XVI. El público que asiste a cine es consciente que en la imagen proyectada en un telón se mueven personajes, no actores; estos ya actuaron ante la cámara y un equipo de producción.

En el cine, el personaje, ayudado por el director de casting, se sale del guión y viaja en busca de un actor cuyos rasgos físicos y psicológicos se le parezcan o sean comunes para ambos. Aquí sí importa la edad: un viejo representa a un viejo, un joven a un joven y una mujer a una mujer, aunque ha habido excepciones en las que un hombre ha representado a una mujer, y viceversa. En el casting se cita a actores de varias edades, según las necesidades; por ejemplo: el director requiere hombres entre 50 y 60 años; o para determinado papel se está buscando una actriz de raza negra. Entre actor y personaje debe haber, pues, un acercamiento, y este facilitará la actuación y la verosimilitud ante el público.

El actor elegido en el casting lee el guión una y otra vez hasta encontrarse con el otro que va a ser él; lo profundiza en su forma de pensar y de sentir, y se compenetra con la historia que está gozando o padeciendo el personaje. El actor se abandona a sí mismo y le da la bienvenida a su personaje; ya es un gánster en una ciudad como Detroit o el aventurero que le tocará recorrer la selva amazónica. Este es un trabajo de disciplina, intuición y sabiduría; saber, por ejemplo, cómo resuelve los problemas el personaje y por qué lo hace así; analizar por qué emprende una aventura y cómo se relaciona con los otros personajes de la historia; qué parentesco tienen: si son madre e hija, o padre e hijo o sobrino y tío. Quién es el personaje para sí mismo y quién es para los demás, cómo lo ven y lo tratan sus interlocutores. Todo este aprendizaje, que no se logra de la noche a la mañana, sino en una constante reflexión del estudio realizado, dará como resultado un personaje creíble.

Con el paso de los días, el actor se va convirtiendo en un amigo del personaje, y ambos se ven caminando por una calle; poco a poco, el actor se funde en el personaje hasta desaparecer del todo; entonces ya no son actor y personaje los que deambulan por una calle, es el personaje quien siente deseos de un café y entra a una cafetería; el actor ha quedado atrás, ha desaparecido en el olvido y durante el tiempo de producción y rodaje el personaje vivirá una historia.

Pero el estudio del personaje va más allá del guión; el texto escrito es apenas el punto de partida hacia otras acciones que son propias del personaje, las cuales se hallan en la realidad. Si el actor es contratado para interpretar a un mafioso, indaga sobre la forma de vida de estos: cuáles son sus gustos y sus excentricidades; cómo se relacionan, por ejemplo, con las mujeres; dónde viven y a qué se dedican, fuera de producir y comercializar droga. Se debe avanzar hasta individualizar al personaje; no todos los mafiosos se comportan igual. En este tipo de personajes (mafiosos, sicarios, policías) existe el peligro de los estereotipos, que son tan comunes en la televisión; en esta, por ejemplo, todas las mujeres perversas actúan igual, sus gestos son los mismos. El actor explora la vida cotidiana del personaje para conocerlo como un ser único, individual; no es el mafioso sino Juan quien se dedica a la comercialización de drogas ilícitas. El personaje se compone de lo que es y lo que hace; un personaje es un médico, pero en la sombra se camufla para producir cocaína; el actor estudia esta doble vida y entiende el comportamiento de este personaje, se sumerge en su ambigua personalidad y aprende a aparentar ante los otros.

Un personaje no nace en la historia, su vida está más atrás y más adelante; lo que vive en el guión es el presente de una historia. Partiendo de la vida del personaje, de su pasado y sus anhelos, el actor asiste a la transformación de este en cada una de las escenas; comprende cómo siente un padre al que le fue arrebatado un ser querido; se da cuenta si va a optar por la venganza o elaborará el duelo y saldrá victorioso con una nueva vida. Un personaje con formación cristiana, al cometer una falta, se inclinará por el arrepentimiento o el castigo; o se tratará de un personaje degradado, de esos que nada les importa lo que les haga a los demás. Saber, también, las aspiraciones del personaje lleva a conocer sus frustraciones ante un hecho que lo detuvo, que no le dejó conseguir lo anhelado. El personaje es presente, pasado y futuro; penetrar en estos tres tiempos es apropiarse de una vida completa para representarla, luego, en la historia que pertenece al guión.

De emociones y acciones se compone la vida de un personaje; se ruedan películas en las que solamente importa la intrepidez, las acciones físicas; este es el cine llamado de acción; en toda la película el personaje se la pasa corriendo, persiguiendo a otro, saltando, peleando a golpes, disparándole a un enemigo, huyendo en un vehículo. Otro tipo de cine profundiza en los sentimientos; la despedida del amado en un puerto; él se aleja en el barco y ella permanece en el muelle; deberá dar la vuelta y dirigirse hacia su casa; el caminar lo hará de tal forma que muestre la tristeza por el alejamiento de su ser querido. Este es ya un trabajo complejo para el actor, hacer que el personaje, con sus gestos y movimientos, y tal vez sin palabras, viva ante la cámara un sentimiento de soledad y tristeza. Los sentimientos nacen de las acciones y estos crean nuevas acciones, la búsqueda de una nuevo amor o el esperar pacientemente el regreso del amado. El actor, convertido en personaje, debe creerse la historia, interiorizarla y evitar que se delate la fisura que existe entre la ficción y la realidad.

El ser del actor, entonces, le da paso al ser del personaje; esto es tan sencillo como apagar una bombilla en la sala para encender otra en la habitación. Aparentemente no se nota ningún esfuerzo cuando se trata de actores profesionales; sin embargo, requiere de un estudio de actuación profundo, en el que el actor se conozca a sí mismo en su forma de pensar y de actuar, en su manera de sentir y de interactuar con los demás. Ir al ser del personaje exige, pues, un aprendizaje de técnicas como el manejo de la voz; por ejemplo, para expresarse tímidamente ante una persona desconocida o adoptar una actitud alegre porque ganó una partida en el casino. La misma afinidad que existe entre actor y personaje hace creer que el paso del primero al segundo es sencillo; actor y personaje no son lo mismo; un actor nunca ha fumado marihuana, pero debe actuar como el que sí lo hace; el actor deberá comprender la adicción del  personaje para poder representarlo. No es solamente saber cómo el personaje enciende un cigarrillo de marihuana, esta es la acción desnuda, sino descubrir y entender el sentimiento que lo lleva a realizar dicha acción.

El ser del personaje es complejo; sus acciones pueden ser arbitrarias o lógicas, ¿y de qué depende esto?; ¿estamos ante qué personaje? Algunos personajes rompen la lógica de la causa-efecto, tan trillada en el cine; no se puede prever su reacción ante un hecho o algo que les suceda. Esta arbitrariedad humaniza al personaje, lo vuelve impredecible; así somos todos en la vida diaria, desconocemos cómo vamos a reaccionar ante una situación cualquiera. La complejidad obliga al actor a estar despierto en todo momento; estará expectante ante la reacción de su personaje en determinada situación y la interiorizará, de tal manera que en el momento de sacarla al exterior también sea impredecible para el espectador.

Hay actuaciones que son forzadas, que muestra cierta rigidez en el personaje; esto sucede porque el ser del actor todavía no ha desaparecido del todo; el actor se ha negado a ser el personaje, pero no voluntariamente, sino porque le falta un aprendizaje práctico y consciente que le permita desprenderse de sí mismo. Para ser un personaje no basta con estudiar a este en su complejidad; antes, el actor tuvo que tener una formación en dramaturgia; la unión de estos dos estudios lleva al actor a compenetrarse con su personaje de una manera consciente y natural.

La historia del guión no tiene el mismo desarrollo en la puesta en escena porque los planes de rodaje se elaboran desde otros parámetros; por ejemplo, se parte de las locaciones para rodar primero los interiores y luego los exteriores. Si un actor no tiene el suficiente tiempo para estar en el rodaje, el director optará por rodar todas las escenas donde este aparezca y después seguirá con las demás. Estas discontinuidades afectan al actor porque no podrá vivir la historia de principio a fin, seguirle su desarrollo natural; tendrá que interiorizar las emociones del personaje y estar preparado para pasar, de una escena a otra, de la tristeza a la alegría o de la euforia a la frustración; esto exige una gran versatilidad para manejar las emociones mediante una memoria de las vicisitudes de la historia. El personaje ríe en un plano y llora en el siguiente, pero estas acciones no se producen espontáneamente, sino que habrá todo un esfuerzo mental que le permita a estos sentimientos salir al exterior de una manera natural, no forzada. Un personaje se dispone a cruzar una calle y casi es atropellado por un automóvil; ¿cómo se comportará en la oficina unos minutos después?; pero estas dos escenas no se rodarán seguidas; puede que la segunda suceda en el día martes de rodaje y la primera en el día viernes; el actor guardará en su memoria las dos escenas y sabrá que en la oficina todavía tendrá el susto de la calle y esto, quizá, lo llevará a tomar una decisión descabellada.

La cámara se le convierte al actor en un factor de distracción; el lente es el ojo que lo está mirando en su acción, y esta permanecerá para siempre, actúe bien o mal. El equipo de rodaje se le interpone, le distrae, lo mismo que las luces y el hecho de que sea escuchado por un micrófono que está colgando sobre su cabeza. El actor debe liberarse de estos factores de distracción, y lo logrará en la práctica, al estar en contacto con el equipo de rodaje y las cámaras; es necesario rodar varias escenas y cortometrajes hasta que se acostumbre a actuar frente a otros, que no son los espectadores. Se podría asegurar que en el cine el actor está solo, sin público, viviendo una historia para él y los demás actores; nadie más existe cuando el director da la orden de rodar; solamente dos palabras lo rigen: acción y corten; estas pertenecen a la realidad del rodaje, pero no de la historia. Cuando el director grita acción, el vínculo entre realidad y actor se rompe para dar paso al vínculo entre personaje e historia. Cuando el director grita corten, el actor despierta del sueño, de su personaje y la historia, y retorna a la realidad para prepararse porque enseguida deberá rodar el siguiente plano.

En conclusión, se cree que la actuación en el cine es menos problemática que actuar en las tablas y ante un público; hasta se cantaletea que en el cine no se actúa, esto es lo que se ha escuchado algunas veces. Bastaría comparar la actuación de un actor con formación profesional y uno que no la tenga; se analizan los gestos y aquí se advierte que no es un trabajo fácil; el segundo, por lo regular, tendrá una actuación más plana y menos específica. Además, en el cine, el actor se esfuerza para lograr una vivencia de la historia, muchas veces ante nadie; el actor, en un primer plano, le deberá hablar a un personaje que no está presente, que ya ha viajado a una ciudad lejana, pero lo hará como si lo tuviera ahí, a escasos cincuenta centímetros. Actuar ante la cámara requiere de mucha imaginación para vivir la historia como si fuera real; nadie lo está mirando, por lo tanto, no está actuando sino viviendo. Como en la pintura hiperrealista, el actor de cine busca llegar a la realidad de su personaje para ser igual a este. Si se quiere ser un excelente actor, deberá estudiar, tanto las técnicas de actuación como a sus propios personajes, y esto mediante una constancia, una persistencia en el oficio y una disciplina de trabajo y de vida. Los grandes actores no surgieron espontáneamente; se formaron en los salones de estudio y gracias a infinidad de actuaciones; con el tiempo se convirtieron en estrellas reconocidas.

 

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