martes, 14 de julio de 2015

EL DOCUMENTAL INTERACTIVO


 

 

EL DOCUMENTAL INTERACTIVO

UN RETO INNOVADOR Y PARTICIPATIVO

 

Autor: NELSON RENDÓN GARRO


 

En un mundial de futbol (no recuerdo de qué año ni cuál fue el país que lo organizó) fueron contratados varios documentalistas para que registraran cómo disfrutaban los aficionados el juego entre las selecciones de diferentes países. Aparecieron en la pantalla pueblos en playas lejanas con pescadores congregados frente a un televisor, animando al deportista de su región; él lucía la camiseta de un país africano. Muchachos y muchachas, brincando en un bar, coreaban un gol de su amada Brasil. Jóvenes, reunidos en un parque de España, estaban pendientes de que su selección saltara al terreno de juego. Luego, todas estas historias se unieron para formar un documental. Seguramente cada uno entregó su trabajo en un formato físico, pero si hubiese existido el internet habría bastado con que el documentalista hubiera subido su vídeo a una página de internet. Acaso este sea un ejemplo que contiene una de las características del documental interactivo cuando todavía no se había masificado el internet. Hubo la posibilidad de que el mundial fuera registrado al mismo tiempo en diferentes países, pero los directores de los documentales no tuvieron que viajar. La televisión, en sus transmisiones en directo, llega a todos los hogares del mundo. El internet es una red que abarca el planeta y permite que los pueblos se unan sin que se tengan que desplazar sus habitantes.

El internet le brinda al documental la oportunidad de romper con el autor individual para optar por el colectivo. No es necesario que un director se desplace por el mundo registrando, por ejemplo, los impactos nefastos del ébola. Cada documentalista lo rueda en su país y acceder a la red de internet para socializar su trabajo. Solamente habría una coordinación previa, de tal manera que el documental no repita, sino que sea dinámico. Un documentalista se puede ocupar de la historia del ébola; otro se encargaría de las víctimas; uno más, del tratamiento; el siguiente acompañaría a los científicos investigadores que están tratando de descubrir una vacuna. Todo este trabajo daría como resultado un documental completo que ahorraría tiempo y dinero; en un mismo mes cada documentalista haría la filmación sin pagar pasajes para desplazarse de un lugar a otro.

El documental interactivo va más allá, no se limita a un solo espacio. En un país como Colombia se puede organizar el registro de la vida de las comunidades indígenas. Cada comunidad, con una asesoría previa, se encargaría de realizar la filmación y montarla a internet. Ahora, con el uso de la tecnología digital, las cámaras abundan en todas partes y el internet está masificado. Ningún sitio se ve apartado; el mundo está al alcance de la mano. El internet es una riqueza que hay que saber aprovechar. Las comunidades interactuarían desde la misma creación para luego reconocerse en el trabajo que se disponga en la red.

Una ciudad, en un documental interactivo, tendría los atractivos turísticos, los centros financieros, los comercios, los centros culturales, los servicios médicos, etc. El internauta, sin necesidad de viajar, conocería a Medellín con solo dar un clic en la pantalla. Este sería un proyecto documental de gran impacto. Ya la ciudad no existiría físicamente, sino que tendría la posibilidad de estar disponible para las personas en cualquier lugar del mundo. Habría la necesidad de convocar a los documentalistas de la ciudad para dividirse los temas y concertar cuál sería la forma del documental. Se procedería a la elaboración del guion, la filmación y el montaje. Por último, un experto en informática volvería interactivos todos los contenidos para subirlos a la red.

La interactividad del documental abarca el proceso de creación en una integración constante y presente. Todo el trabajo de preproducción se hace por internet, mediante mesas de chat, donde los documentalistas discuten y elaboran un proyecto previo para más adelante volverse a reunir, cuando ya tenga el guion del documental. Cada documentalista en su sitio haría el rodaje y el montaje. Podrían disponer de una mesa de chat permanente para discutir y evaluar los avances. Por último, el rompecabezas del documental se armaría en una sola obra.

El tiempo de la producción rompe el cronograma cerrado para que exista una actualización constante. Ya un documental no se rodaría en un lapso determinado de tiempo; se podría extender para registrar nuevos hechos que están sucediendo. En un caso de investigación policial se asistiría a todo el proceso en tiempo real; cada etapa sería registrada en su momento, sin necesidad de acceder a archivos, y toda esta información se iría colocando en la red, quedando el documental más cerca del reportaje, pero sin confundirse con este. El documentalista debe ser consciente de que no es un periodista, sino un autor de documentales; por lo tanto, su trabajo lo abordaría desde las características y las exigencias del documental. Habría de antemano una contextualización profunda y un manejo de la forma para avanzar más allá de las limitaciones temporales y formales del reportaje.

El mundo es más rápido y hay menos tiempo para mirar los documentales, lo que incide en la duración de los contenidos. Un documental de una hora se fragmenta en cortos de veinte minutos, teniendo en cuenta los subtemas, pero cada uno de estos exigiría una unidad temática y formal. Una misma historia, que dura una hora, puede traer diferentes versiones; el espectador elige la que le interese más y descarta las otras, o las ve todas y las compara. La linealidad en el tiempo, cuando alguien mira un documental, se rompe para darle paso a la fragmentación; lo ve por capítulos, repite aquellos más interesantes, se devuelve o avanza; también sintetiza, si no es necesaria toda la información para entender el documental.

La interactividad innova el documental porque obliga a pensar qué tipo de contenidos son atrayentes o importantes para el receptor. Los temas actuales para una comunidad o el mundo entero serían una prioridad del documental interactivo. En una sociedad que vive el ahora, donde solamente existe el presente, el documentalista tiene que ser contemporáneo; su mirada permanece más en la actualidad que en el pasado. El hombre vive en un presente sucesivo que lo bombardea con información de primera mano; las guerras, por ejemplo, son presenciadas en vivo y en directo. Las torres gemelas cayeron, no ante los estupefactos espectadores de la Gran Manzana, sino contra el mundo entero. La gente de cualquier país vio este ataque a la nación más poderosa del mundo y tuvo la oportunidad de acceder a diferentes versiones, según las cadenas que estaban transmitiendo el hecho por la televisión.

Si en la producción del documental interactivo se abre un sinnúmero de posibilidades, desde la creación colectiva hasta la producción de documentales que abarcan varios países o, incluso, el mundo entero, también en el receptor se advierte un trabajo participativo. Siguiendo con el ejemplo del ébola, para un estudiante que trabaje en investigación le es más importante mirar los avances científicos en el descubrimiento de la vacuna. A la vez, es posible que este estudiante haga su aporte en una sala de chat o que escriba su opinión en un formulario, y la envíe. El documental se convierte, así, en un cuerpo vivo que se nutre, tanto de su creador como del receptor.

Las fronteras del documental se rompen con la interactividad para crear un universo abierto. El director del documental no es el ser que nadie conoce o que únicamente han visto en los festivales. En la misma página de su documental sube un vídeo con su trayectoria y abre una sala de chat para interactuar con los espectadores. Da las explicaciones sobre la forma como trabajó el documental y escucha las opiniones de los que ya vieron su obra. Esta retroalimentación le sirve, tanto al trabajo posterior del documentalista, como a la visión del espectador porque va a obtener más información. No es solamente el documental, sino lo que el documentalista le dice y lo que también podría apreciar, por ejemplo, del detrás de cámaras subido en la página de internet. El documental, entonces, deja de ser un producto acabado, que se limita a una o dos horas, para convertirse en un ser vivo, el cual continuará siendo alimentado. Esta es una de las diferencias más grandes con el documental clásico, aquella cinta que se pasaba por un proyector para presentar (no para interactuar) una realidad.

El documental se libera de la cinta y el dvd, donde era un objeto en cautiverio, y toma vida permanente en la red; ya no depende de la programación en un festival o de la cartelera en una sala de cine. En cualquier momento, el espectador abre la página web y lo mira. Esto da la posibilidad de que el documental llegue a más gente. Hay algunos que no van a las sala de exhibición; estos se recuestan en la habitación y lo observan en el televisor o en una pantalla gigante, o en la misma computadora. El hecho de no tener que desplazarse a un lugar especial para ver un documental facilita el acceso a los espectadores. El internet masifica los contenidos, los coloca al alcance de la mano y rompe con las limitaciones espaciales y temporales.

La narración del documental interactivo también cambia; el testimonio frente a la cámara ya cuenta con un interlocutor activo, alguien con la posibilidad de responderle. Esto hace que los actores del documental existan más allá de la imagen, también estén presentes en la página web para interactuar con los espectadores. La interactividad rompe en pedazos el documental clásico, pero para volverlo a armar, no solamente con las herramientas del internet, sino, si opta por la voz en off, con un tipo de discurso que cuestione al espectador y espere o provoque una respuesta. La interactividad vuelve más vivo el documental, y más actual, lo que dinamiza las historias y, así, estas no terminan en el proceso de montaje.

El sentido que el espectador o receptor le da al documental interactivo ya no permanece en la mente; este lo trasmite para arriesgarse a una confrontación con otros espectadores. A la vez, se suma al sentido que el autor o director pretendió darle a su documental. Alguien que interactúa con un documental también lee los comentarios y, así, se entera de las opiniones de los demás. El documental abre toda una temática, la vuelve interminable; las opiniones llegan desde cualquier lugar del mundo. Los sentidos del documental se multiplican, desde la misma interactividad. Las opiniones se suman y entran en discusión en torno a un eje: el documental.

Se hace necesario revisar el proceso de creación y recepción del documental para ahondar en estas dos etapas y dinamizarlas; a la vez, se les agrega las herramientas del internet para llevarlas al mundo contemporáneo del internauta. No es tan fácil la tarea como se podría creer; no se trata solamente de volver interactivo un documental; hay que preguntarse por la manera de hacer documentales para que la interactividad no se reduzca a una simple herramienta. También se debe tener en cuenta el tipo de receptor; el internet transforma al internauta, lo convierte en un ser que requiere de contenidos actuales e interesantes que lo inviten a discutir. La interactividad hace que el espectador sea más dinámico, más versátil, y establezca un diálogo actual y real con el contenido del documental. ¿Qué tipo de documental y para quién? Es la pregunta que se formula todo documentalista antes de empezar a investigar para realizar su obra. La primera respuesta lo remite a la realidad presente, pero la segunda cae en la indeterminación; no se sabe de antemano quién va a ver el documental, pero se tiene la esperanza de contar con su opinión, gracias a la interactividad, y este sería el factor más determinante.

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NELSON RENDÓN GARRO. Nació en Bolívar, Antioquia, en 1960. Ha sido docente universitario en el Politécnico Colombiano “Jaime Isaza Cadavid”. Licenciado en Educación: Español y Literatura, y Magister en Literatura Colombiana, de la Universidad de Antioquia. Es escritor de cuento, novela, ensayo y guiones de cine. Publicaciones: El acontecer de los arrieros, Los de siempre, El relevo, La promesa, El último travelling, Soñaba ser como Aristi, Un relámpago de viento y La vuelta.

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